-Vox ha modificado el mapa político en Andalucía. ¿Por qué ningún periodista ni político vio todo esto que se avecinaba?

--La entrada de Vox en el Parlamento de Andalucía se daba por segura antes del 2D. Ahora bien, lo que se debe entender es que hoy en día casi un 25% de los españoles deciden su voto las últimas dos semanas.

--¿La presencia de Vox en el Parlamento andaluz vaticina de algún modo qué podrá ocurrir en los distintos comicios a celebrar este año?

--Sin duda. Le está ocurriendo algo parecido a lo que le pasó a Podemos en 2014, se ve claramente en los sondeos; Vox está creciendo y casi seguro conseguirá entrar en la mayoría de parlamentos autonómicos y el Congreso.

-¿La presencia de la extrema derecha en Europa está en valores del 15% o del 20%, como dice. En algunos países, muy por encima. ¿España va por la misma senda?

--Veremos. Hasta la fecha, Vox ha crecido esencialmente de votantes del PP, pero en Europa estos partidos de extrema derecha crecen tanto con clases medias urbanas como con obreros tradicionales cercanos a la izquierda. Si Vox quiere llegar a niveles de apoyo europeos, deberá crecer tomando segmentos de estos últimos, lo cual le obligaría a girar a posiciones más claramente euroescépticas, nacionalistas y, sobre todo, proteccionistas.

--¿El futuro del PSOE, despojado de la Junta, se presenta incierto?

-Sin duda, para ellos perder la Junta tras 37 años es un varapalo. El PSOE debe repensarse desde la oposición y quizá sea una oportunidad para este partido. En todo caso, el PSOE nacional encara las generales con más dificultades que antes del 2D.

-Dice usted que el socialismo ya no es internacionalista.

-No es del todo preciso. Lo que apunto es que la izquierda, que cree en la redistribución económica como fuente de igualdad de oportunidades, no delimita cuál es la comunidad de solidaridad. Es decir, es un punto ciego porque no señala entre quiénes quiere hacerlo ¿Dentro de cada Estado? ¿Entre europeos?

-La socialdemocracia ha muerto de éxito. ¿Así de simple?

-Y de complejo. Dado que parte de los objetivos del Estado de bienestar se han conseguido, ahora hay un reto importante, el cómo modernizarlos cuando nuestros sistemas se diseñaron para la Europa de postguerra. Hoy las desigualdades son más complejas que en el pasado y las nuevas formas de vulnerabilidad requieren un menú de políticas diferentes.

-La clase obrera tradicional ya no existe. Ahora hablamos de clase media, precarios, desempleados, jubilados... ¿La izquierda lo ve así?

-Hay una cierta mitificación en torno a la «clase obrera» por razones ideológicas, algo que va con tradiciones políticas de la izquierda. Por ejemplo, sabemos que en España la incidencia de la pobreza es mayor entre niños, mujeres, inmigrantes y parados de más de 50 años. Si a la izquierda le preocupa conseguir que quienes están peor estén lo mejor posible, igual debe hablar antes con un rider de Deliveroo o un falso autónomo que con un obrero del metal, que también.

-Cataluña es un chino en el zapato. ¿Hay luz al final del túnel?

--La clave está en dos cosas que no dependen ahora mismo del Gobierno. Primero, que se resuelva la pugna interna entre PdCat y ERC para que haya interlocutores claros. Y segundo, que los independentistas asuman una hoja de ruta en el corto plazo que haga compatible su voluntad de independencia con un plan para el «mientras tanto». En todo caso, dudo de que haya una solución a la cuestión catalana. Si acaso, habrá una evolución, una conllevancia sostenible.