A los adolescentes no les gusta estudiar. Pablo Poó hoy es profesor, aunque con su edad tampoco amaba el estudio. Pero una buena formación le ha dado la oportunidad de tener un trabajo digno. Ahora cuenta su experiencia como adolescente y como docente en un libro titulado Espabila, chaval. Cómo no suspender y aprovechar tu tiempo en el instituto. Una obra para padres e hijos, escrita por un profesor que ha sido nominado por sus alumnos a los premios nacionales Educa Abanca al Mejor Docente de España en 2017 en Enseñanza Secundaria.

-El instituto es una etapa fundamental en la vida de los adolescentes. ¿Ellos son conscientes de que es así?

-Esto funciona al revés: cuanto más necesita el alumno una formación, más la rechaza. En parte es culpa nuestra: tienen muchos antecedentes de aprobados regalados.

-Con su libro, trata de ofrecer consejos prácticos y sencillos sobre cómo estudiar o cómo preparar un examen, trucos para concentrarse. ¿Tan descentrados o despistados los ve?

-Gran parte del fracaso escolar se debe a la carencia de hábitos y métodos de estudio. Muchos alumnos no le ven practicidad a estudiar, no saben para qué les va a servir.

-Los adolescentes de hoy están superprotegidos. ¿Esto los hace más vulnerables?

-No solo vulnerables, también inoperantes y egoístas. La pandemia de nuestra adolescencia es la intolerancia y la frustración.

-Con su libro no pretende hacer que el alumno ame el estudio pero sí, al menos, que vea su utilidad de forjar un futuro. ¿Piensa que se enteran?

-Cuando les pones ejemplos vitales cercanos lo ven más claro. Intento que escarmienten en cabeza ajena, pero ya sabemos del amor del ser humano por las piedras.

-‘Espabila, chaval’ es el título. ¿Tan adormecidos le ve o incluso alguno se ha echado un sueñecito en clase?

-Sobre todo, los que se acuestan a las tantas por los videojuegos. He visto de todo. A pesar de esto, hay mucha buena materia prima, por eso deben espabilar.

-Alcanzó mucha popularidad con un vídeo con el que pretendía «poner las pilas» a los alumnos, y que alcanzó el medio millón de visualizaciones. ¿Las redes también pueden ser útiles para la docencia?

-Sin duda, son el patio de vecinos al que están todo el día asomados mis alumnos. Yo llego a ellos, fundamentalmente, a través de Instagram.

-Nominado por sus alumnos a los premios nacionales Educa Abanca al Mejor Docente de España en 2017 en Enseñanza Secundaria. Y usted quejándote de ellos.

-¡Lo hicieron bajo coacción! Me llevo muy bien con todos mis alumnos, hasta con los más conflictivos.

-Dice que le gusta preparar a los alumnos para la vida. ¿Tal como está la cosa?

-Si está «malita» yendo preparados, imagina a porta gayola…

-Los padres se sienten identificados con las ideas que recoge en el libro. Pero, a la hora de la verdad, ¿están al lado de los hijos?

-Depende, algunos sí. Entonces el chaval tiene que protegerse de sí mismo y de sus padres. Muchos otros no, chapeau por ellos. Les hago ver la suerte que tienen de tener padres así.

-Dice en el libro que la suerte de los alumnos, obviamente, es desigual. ¿Qué es lo peor y lo mejor que le ha pasado?

-No pude salvar a un alumno de las drogas y la delincuencia: se fue sin titular. Una vez me despidieron de un centro con toda la banda de música juvenil dentro de la clase. El director lo flipaba.

-Clasifica a los padres. El caradura, el moderno, el pesado, los desesperados, los lastimeros, el antiguo. Dígame algunos tipos de alumnos si tuvieras que clasificarlos.

-Para esto veo que da igual usar el masculino. Pues el vago, el empecinado, el responsable, el bala perdida, el peligroso, el chistoso.