Eloy Tizón (Madrid, 1964) es autor de tres libros de relatos y de tres novelas. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. Es profesor en Hotel Kafka y editor de Relee. En su último libro, Herido leve, recoge un barrido de treinta años de memoria lectora, una obra que es también una autobiografía intelectual trazada desde su amor inagotable a la literatura.

-Escribe en el prefacio: «Hay libros que persigues para escribirlos y libros que te persiguen a ti». ¿De qué libro logró evadirse y qué otro se vio obligado a leer sin interés ni pasión?

-Bueno, libros que se aparecen y se quedan para siempre, pues los libros de Kafka, por ejemplo. Son libros que te acompañan siempre. Y libros que hubieras preferido esquivar, cualquier best seller comercial de hoy en día.

-Este libro ha tenido además su historia detectivesca. Encontró los textos en una carpeta de un disco duro. ¿Vio en esos textos más a quien eras o a quien hoy pretendes ser?

-Vi una posibilidad de libro. Me parece que eran textos válidos pero que necesitaban una reactualización. Me identificaba con alguna parte de lo que leía y otra, digamos, que a medias, porque había pasado mucho tiempo.

-Como buen letraherido, titula el libro ‘Herido leve’. ¿Seguro que no sangra a solas cuando alguna lectura le puede?

-Claro. Seguro que sí. Esa es una herida que, a pesar de su levedad, se abre y se cierra en el tiempo y nunca deja de abrirse y de cerrarse. Por supuesto.

-El libro le ha supuesto también una meditación sobre el sentido del tiempo y la memoria lectora, tanto individual como colectiva.

-Claro. Yo creo que es interesante observar cómo oscila nuestro gusto individual y cómo, paralelo, oscila el gusto social. Porque hay libros que en su momento fueron encumbrados y ahora han desaparecido, libros que llevaron una vida más subterránea y hoy están en el centro del canon.

-¿Cuántas huellas biográficas deja la biblioteca del un buen lector?

-Toda. Porque nuestra autobiografía, en parte, está en los libros que leemos, además de muchas otras cosas.

-’Cien años de soledad’ le pilló tendido en la hamaca de su jardín. ¿Alguna secuela incurable?

-Pues también dejó bastantes secuelas: la capacidad de entusiasmo y enamoramiento hacia la imaginación y el lenguaje.

-En el terreno literario, es sano ser promiscuo. ¿Tal vez por eso la literatura se parece tanto a la vida?

-Sí. En la vida no lo sé. Pero en literatura el poliamor es bueno. Es conveniente tener varios amores literarios. Creo que es sano.

-Leemos a autores que parecen intocables, pero desaparecen, aunque momentáneamente, a la vuelta de la esquina. Cela, Umbral. ¿A dónde los lleva el viento?

-Eso es parte, yo creo, de una cierta injusticia histórica. Autores que, mientras viven, tienen una gran presencia y, una vez que mueren, prácticamente desaparecen. Deberíamos hacer el esfuerzo de recuperarlos. Cuando merecen la pena, claro.

-Usted dice que su libro es ambicioso. Aspira a muchas cosas. ¿Cómo cuáles?

-Aspira a inocular el veneno de la literatura, básicamente.

-Hoy recibimos los libros con mucha información previa. ¿Piensa que es necesaria una cierta inocencia para enfrentarse a ellos?

-Yo creo que sí, que leer sin prejuicios, leer sin ideas preconcebidas, beneficia la relación entre el lector y el libro.