O sea, aquí entre nosotros, que no hay más que mirar al cielo. Ya estan aquí las Perseidas, o sea, palmeras de platino, que de forma gratuita, menos mal, podemos ver en el cielo en cuanto llegue la noche. También en plan popular, las lágrimas de San Lorenzo, que era un tipo valiente, debía de ser también el patrón de los toreros. Porque ya saben lo que hacía mientras, cuentan los libros sagrados, que le quemaban en la parrilla, pobre hombre, por devoto.

-Ya estoy de este lado, que si queréis podéis ponerme del otro.

Eso es valor y lo demás zarandajas. Menos mal que yo no tengo que mirar hacia arriba, aunque desde Córdoba se ven que da gloria. Recuerdo aquel día que en su casa de la calle Hipólito Irigoyen, donde vivía en Buenos Aires también Miguel de Molina, la viuda de Ramón Gómez de la Serna, Luisa Sofovich, me descubrió a mí la greguería que más me gustaba de Ramón. Era aquélla que decía: la palmera es el monumento al cohete.

Olé señora mía. Parecían cordobeses. Por la gracia digo. El duende vivo. Bueno, pues en el cielo las Perseidas, son palmeras de plata que llueven sobre nosotros, y además sin costarnos un duro, todos los años en agosto.

Y yo para no tener que levantar la cabeza porque ando con la artrosis, de cuello. Lo que me faltaba, siempre mirando a mi obligo, encuentro las Perseidas de papel, sin tener que doblar la nuca. Están por ejemplo en nuestro periódico mismo. Ese artículo formidable de la tercera de mi maestro el poeta, perdón, el poetazo de los Pedroches, Alejandro López Andrada, Chica del Verano 68. Que me trae todo el fulgor del campo de la dehesa hasta mi mesa de trabajo cada día. Y a mi calvario, a veces. Y a su lado, por decir la verdad conjunta, ese artículo fascinante de mi Rosa Luque, que escribe sobre el poeta de Bujalance - pronúnciese con su ese reconocida- Mario López, de manera apasionada.

Y también en lo que son hoy las Perseidas de papel, pues ya lo saben, dar la bienvenida, aunque sea por unas horas tan solo, a la señora Merkel, que está en el Palacio de las Marismillas, que yo conozco, con nuestro presidente y señora. Que sea bienvenida siempre, a la par que sé, de muy buena fuente, que en la carta de estos días tiene salmorejo, que cada día se hace más favorable y más necesario. Y lo digo con la autoridad que me confiere el ser caballero de la orden, con capa y diploma. La capa de Elio, que no quiero olvidar su nombre. Y estrella también, la exposición, insisto, de Antonio Gala en su fundación palacio, que está siendo muy visitada. Veo que hoy escribo mucho de poetas, y escritores, lo que indica que arde la estrella de la cultura en esa tierra tan solidaria.

Y siempre Palomo. En su palomar, triunfando por todo el mundo. Galería de notables, como nuestro Victorio y Lucchino, la mitad tan de esta tierra, que van a tener su propio museo allí donde al nuestro lo parió su madre. En Palma del Río, me cuentan, y desde aquí insisto de nuevo, ¿y cuándo abrimos el de nuestro maestro de siempre?

Y es que el agua es más fresca y mejor y más verdadera si se bebe en un botijo de Las Ramblas. Me lo ha dicho quien de esto sabe mucho, un zahorí luquense. Y que no se debe olvidar lo que acaba de pronunciar, lo que ha dicho, que se lo cuento por todo el mundo, aquella verdad a voces de Lolita Flores cuando comenta: «El amor es una enfermedad». De la que hay que sanar cordobeses, aunque lo ideal es remediarlo, antes de que se produzcan los síntomas que ya saben. El amor es cosa de uno. Uno quiere siempre más que el otro, casi nunca es cosa de dos, uno quiere y otro se deja querer. Y a veces ahora es cosa de tres. Y el amor, ya saben aquello de: cordobesa y con ojeras, es que está queriendo de veras.

Ahora que se llevan mucho. Incluso se están pintando. Es como ayer mismo, que me dieron una tarjeta de visita que decía: «Especialista en pestañas», postizas, por supuesto.

Por eso me gusta esta historia. Sergio Ramos, a sus múltiples tatuajes, ha añadido uno último, una cruz. Eso sí, en la pierna izquierda, por encima del empeine. Pienso yo que es una demostración de fe. De oración urgente para el gol. Así que, enhorabuena campeón.

Muchos deberían tatuárselo en el pecho, a la altura del corazón donde dicen que habitan los sentimientos. Pero no es verdad. Se lo dice a ustedes un especialista en la materia. El corazón solo es un músculo. Hasta el dolor, que es una manera del amor, está en la cabeza. Lo que hago público mientras me hago aire, aire de Córdoba, del pintor Julio Romero de Torres, con el permiso siempre, de su mentora preciosa, Mercedes Valverde. Máxima también en lo suyo, en la temperatura del arte. En Córdoba y en el mundo. Llueven las Perseidas.