-Este año ha publicado una antología de poemas titulada ‘Donde los ángeles se suicidan’. Dice que se trata de «poemas con alas» pero también podríamos hablar de una «angeología». ¿Por qué su obsesión por estas criaturas con alas?

-La idea del ángel es prácticamente universal. Fascinador puente entre lo visible, material, limitado y lo invisible, inabarcable, mágico... Además, que de ápteros ya estamos saturados.

-Reivindica «las alas para quien las trabaja». Cuando se escribe, ¿qué cuesta más? ¿Emprender el vuelo o aterrizar?

-El vuelo siempre excede al ala. Alzarse es un hondo impulso misterioso; aterrizar, de voluntad y de necesidad nuevamente de tacto. Permanecer en vuelo es lo difícil, un equilibrio entre pasión y armonía.

-¿Ha temido alguna vez, levitando, no volver de nuevo a pisar el suelo?

-Ya quisiera yo emular a Teresa de Jesús, y que luego Bernini me esculpiera en voluptuoso éxtasis de mármol. No, yo camino sobre la tierra descalzo y con ojos abiertos en las plantas de los pies.

-De todos los ángeles, el que más le engancha es Luzbel, el que abandonó el paraíso y cayó. Dice que con él comienza la ley de la gravedad.

-Su cegador y decisivo «no serviré», es, para mí, la primera frase de rebelión de la Historia, y él, el primer rebelde.

-Dice que el ángel de la guarda «no protege de la tentación». Es decir, que somos indefectiblemente propensos al pecado.

-Cuando veía esas estampas en las que un niño se acerca al precipicio a cortar unas florecillas y detrás aparece un ángel con los brazos extendidos, yo pensaba -y pienso- que va a empujarlo al vacío.

-El libro es mucho más que una antología temática. Ana María Moix dice que es un libro «sobriamente lírico y tiernamente irónico». ¿Algo que añadir?

-Lo dijo de mi novela Mientras tuvimos alas, y a lo que la gran Ana María Moix escribió: yo, ni mu.

-Últimamente no hace más que recibir reconocimientos. Y después del agasajo, se pone a limpiar el cuarto de baño o a cocinar lentejas. ¿Para purificar el estómago, el alma o el baño?

-Para no olvidar qué somos.

-A veces, entre un libro suyo de poemas y otro han transcurrido once años. ¿Con las musas no mantiene las mismas relaciones que con los ángeles?

-Once años en darlo a edición, pero no en escribir poesía. Ángel, musa y poeta formamos un triángulo si no equilátero sí hermosamente escaleno, y practicamos el poliamor.

-Escribe novela, ensayo, guiones, biografía, pero es contundente: «La poesía es la que me sitúa en el mundo».

-Mi eje con y en el mundo es el del poeta. El eje vertical que me mantiene verticalmente vivo.

-Su novela más conocida, ‘El Corazón de la Tierra’, se llevó al cine y tuvo dos nominaciones a los Premios Goya. Su última novela, ‘Pan y cielo’, busca el mismo camino. ¿Encuentra la brújula?

-La industria del cine no es un cielo y para abastecerla de pan creo que lo que básicamente busca el director es financiación.

-¿Volverá a la novela o la escaleta de la vida le lleva por otro sendero distinto?

--Vendrá o iré cuando sea su tiempo preciso. Me imanta contar historias, entre los polos de ese imán siento la atracción del vértigo: crear vida, muerte y hasta resurrección con las palabras. Yo venzo la tentación cayendo en ella.