Después supe que se trataba de un fenómeno meteorológico, celestial, que no ocurría desde hace muchos años. Así que apunté el suceso llegando de paso, pero dentro, a Córdoba. De pronto, una señora elegante, cordobesa, se acerca a mí y me dice casi al oído, como quien cuenta un secreto:

--¿Cómo es que no ha dicho usted nada en su perol, que leo todos los domingos, desde que empezó, de lo de su amigo Tomás Egea?

Sentí un escalofrío por dentro. Hace tiempo que no hablaba con él, aunque no demasiado. Y me lo dijo como quien dispara un revólver de memoria al pecho.

--Se nos ha ido Tomás, tan buen artista, tan buena persona, y aunque había nacido en Murcia se encontraba tan en su casa en Córdoba…

Tragué saliva, pobre Medina. Ese día se me escapó el periódico; estaría en la clínica, en la cárcel. No todavía, que todo se andará. Me hundí en el sillón, tan triste. Se nos fue, querido Tomás, al que quise tanto, al que ahora quiero más todavía y por si fuera poco, ayer en una columna de nuestro periódico, su recuerdo. Sus últimas palabras hace tan solo unas semanas, por teléfono:

--A ver si cuando vienes me entero -me dijo- que nos vemos para comer en las Bodegas Campos.

Allí estaba siempre su sello, o él en una esquina. Adiós, viejo amigo Tomás, que tantas cosas me regalaste, obra tuya, a lo largo de tu vida. Me voy quedando solo, tristeza grande, como hace unos días también supe que se nos había ido José García Marín, el rey de El Caballo Rojo, una de las llaves primeras, por no decir la primera, de la cocina cordobesa, antes de que llegara la moda de la tele. Antes los niños querían ser Supermán, ahora quieren ser jefes de cocina, ¿Por qué no decir jefes en vez de chef?

Adiós, don José, mi viejo amigo también. Qué tristeza cada vez más escribir de los que se nos fueron, que es una obligación de los vivos que nos va quedando. Un día Cándido, Carlos Luis Álvarez, me escribe desde el hospital:

--Fíjate que no sabes lo que siento cuando miro como un viejo árbol que soy y compruebo que el bosque de mis amigos de siempre se va agotando, y yo me voy quedando solo…

Cambio de tercio. La alegría del golpe periodístico, sin género de dudas, de Ana Rosa Quintana, a la que veo siempre en el Alcázar de Córdoba el día que se casó mi hijo Tico con Carmen Valiño, y en el que la periodista se sintió tan a gusto aquella madrugada. Me lo recordó cuando hablo con ella por teléfono para felicitarla por su éxito, indudable, indiscutible, por su valor…

--Te tengo que agradecer también -me dice- aquella noche inolvidable que pasamos en Córdoba, a la que vuelvo siempre que puedo los fines de semana.

Y además le pido al presidente de la fundación, formidable, Amador de los Ríos, Miguel Párraga Ariza, con el corazón en Baena, que me mande cuanto antes, ya está conmigo, ese hermoso libro sobre Federico García Lorca titulado García Lorca. Vida, cántico y muerte, de Fernando Vázquez Ocaña, y que ya está en mi mesilla de noche. Una joya, mis queridos, escrita por ese gran periodista de Baena. Y un prólogo, precioso, preciso, de Francisco Expósito Extremera, y de mi maestro inmediato, Antonio Ramos Espejo, director en su día de nuestro periódico y con el que empezamos en su día este perol hace ya tantos años… Y que no me vaya a ir de la cabeza, ni del perol, que llamo por teléfono a nuestro inolvidable -el libro que no cesa- Julio Merino.

--Perdona que no te haya respondido al teléfono pero es que me estaba desenchufando el oxígeno que tengo puesto en casa y no te pude atender. Pues sí, un nuevo libro y este de los caballos más importantes, míticos, legendarios, famosos del mundo hasta la fecha.

Con preciosos dibujos, ya está conmigo, de Xulia Barros y Manuel Prados de la Plaza, nombre que me suena mucho, muchísimo, de mis primeros años del periodismo, cuando aún tenía el pelo de la dehesa del sur.

No es por presumir, pero ya han visto que Palomo Spain, la nueva revelación de la costura en España y en el mundo entero, natural y vecino de Posadas, pues ya manda en esto de la moda con su finísima alma de creador y de poeta de la más alta costura.

Y punto y aparte. Muy bien, pero que muy bien, quiero que se sepa cómo ha estado nuestra presidenta Susana Díaz en el corazón de Europa hace unos días. Ha gustado mucho, según me cuenta desde Bruselas un amigo periodista, y ha dejado una gran imagen, como siempre. Y además, hablando en lo suyo, con el acento musical andaluz, de lo que no nos tenemos que avergonzar nunca, nunca, nunca.H