A sus 87 años, Lucas de Écija sigue en activo. Este cantaor flamenco, que tomó el nombre de la ciudad que lo vio nacer, lleva también Córdoba en el corazón, ya que es su ciudad de adopción. Tiene cuatro discos en su carrera y ha sido un auténtico trotamundos, llevando el arte del flamenco a casi todas las latitudes del planeta. Comenzó a cantar a los 11 años, siendo finalista en un concurso de su ciudad natal, actuando con destacados guitarristas y bailaoras. Optó por dejar el puesto de frutas de sus padres para dedicarse de lleno al flamenco. Cantó con Antonio el Sevillano, del que heredó los fandangos de la ciudad del Betis, aunque toca todos los palos. Sus actuaciones han sido sonadas en Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, Grecia, etcétera.

-¿En qué momento se encuentra a nivel profesional?

-Ahora solo canto para los amigos, porque la situación se ha puesto muy mal en el mundo del flamenco.

-¿Cómo fueron sus comienzos?

-Muy difíciles. Cantábamos con el permiso de nuestro padre.

-¿Cómo ha sido su viaje musical?

-Muy extenso. Le he cantado a Sara Lezana, Inmaculada Aguilar, la Merenga, etcétera. Con ella logré un gran premio en el concurso de Córdoba.

-¿Cuál es el galardón que más le ha alegrado en su carrera?

-Que me quiera la gente. Por donde voy noto ese calor humano.

-¿Se siente cordobés o ecijano?

-Nunca renegaré de mi tierra, pero me siento muy cordobés porque llevo mucho tiempo aquí y me han mimado. Todos los que me conocen me llaman «tío Lucas». Eso es de agradecer.

-¿Cómo está su peña en Córdoba?

-En horas bajas. Su presidente, mi gran amigo Juan Pérez, ha hecho todo lo que ha podido para mantener mi nombre vivo. No tenemos local, por lo que me gustaría hacer una llamada de atención para mantener la cultura del flamenco en la ciudad, algo tan nuestro, que forma parte del patrimonio cultural de Andalucía. Día a día vemos cómo se cierran las peñas porque no tienen continuidad. Los festivales han acabado con ellas. La juventud se debe incorporar a esta tradición.

-¿Algún tema dedicado a Córdoba?

-Sí. Tengo un romance y varios fandangos.

-¿Qué cree que debía pasar para potenciar este arte?

-Ayudemos a las peñas para que no se hunda el cante en Córdoba.

-¿Algún familiar ha cogido la antorcha del gusto por el flamenco?

-Sí. Mi hijo Paco Jémez, el futbolista y ahora entrenador, que toca la guitarra. Si no hubiera sido deportista seguro que se hubiera inclinado por este mundo. Le gusta mucho.

-¿Qué le gustaría que quedara de su legado en Córdoba?

-Me gustaría que se reactivara mi peña y que los mayores enseñaran a los más jóvenes a conocer este arte. En el Velero del Boccacio solemos celebrar encuentros entre los socios de la peña, pero me gustaría contar con un local propio para que mis fans pudieran disfrutar de imágenes, canciones, trofeos y logros conseguidos en mi carrera. Mi compadre Juan Pérez monta cada año una caseta en la feria de Córdoba con mi nombre. En ella hay un rincón destinado a mí. Sigo vivo.

-¿Cuál es su referente actual entre los nuevos flamencos?

-Miguel Poveda. Un joven que estudia y escucha muy bien el flamenco. Está acoplando el cante de los mayores a su fuerza y a su manera de cantar.

-¿Cómo concilió su vida laboral y familiar con tanto viaje por el mundo?

-Es muy difícil, aunque mi señora siempre me ha esperado. Recuerdo que fuimos a Puerto Rico para tres meses y al final estuvimos tres años. A Rockefeller le inauguramos un hotel, con la presencia de Frank Sinatra. Como anécdota, a mi llegada a casa, mi hijo le dijo a mi mujer: «Mamá, un hombre está entrando a casa».

-¿Qué le ha aportado su mujer, Asunción Jémez, a su vida?

-Aguantarme, ¿le parece poco? (risas). Como anécdota, he pasado con Manuel Benítez El Cordobés hasta tres días de fiesta. Es el torero que más le ha dado de comer a los artistas.