Nuestra casa del diario ha tenido una idea feliz, que por cierto no es la primera, pero ésta me ha gustado particularmente y mucho. Le pedí a Zoraida, con la que llevo una relación telefónica desde hace todo el tiempo que dura el perol, casi veinticinco años, que me mandara el libro de las 600 mujeres que hacen Córdoba, que acaba de publicar el Diario Córdoba. Y lo recibí, como todo lo que le pido, enseguida. Dios se lo pague como se decía antiguamente, por lo menos en mi pueblo, porque yo soy cateto, cateto y a mucha honra. Y a lo que voy. Que, sobre todo después de leer como siempre a mi párroco en el exilio, el exilio mío, Antonio Gil, mi confesor a distancia, del que ya espero su próximo libro, es lo que siempre digo.

Verán. En este libro, fervorosamente escrito, reunido al menos con muchísimo trabajo, se encuentran seiscientas mujeres, cordobesas desde luego, de todo tipo y condición. Empresarias muchas, poetas menos, pero buenas, artistas, médicas formidables, periodistas compañeras, maestras mismas en silencio como por ejemplo, Rosa Luque, a la que tanto quiero y con la que a veces incluso hasta hablo, cantantes, valientes todas, únicas en su cometido como, por ejemplo, Josefina Molina, a la que el otro día vi silenciosa, en el AVE leyendo un libro, y no quise molestarla; Juana Castro, la poeta, y algunas otras con ella. También mi siempre adorada Mercedes Valverde, de la quiero ver el retrato que de ella ha hecho mi pintora de Montilla, María José Ruiz, de la que estoy deseando ver su exposición, fabulosa, en la Diputación cordobesa, siempre tan atenta y así debo decirlo por escrito, para que la palabra quede. Que generalmente, la palabra al viento, se la lleva también el viento que a veces sopla en Córdoba. Azul si viene de lejos, ni más ni menos que de la arena donde se levantan las torres, o verde siempre que venga de la sierra, que es morena como saben, aunque a veces de tanto sol se enrubia… Académicas, empresarias, cantaoras, cantoras también, deportistas a tope, profesionales que no sé cuántas hay. Fotos buenas, fotos nuevas, y con sus pies, que es lo que hay bajo el retrato, siempre dando la cara, bien hechos, actualizados, la mano de los buenos periodistas...

Y así hasta seiscientas, en una primera edición, aunque está bien y completa. Pero en este caso digo: no están todas las que son, pero sí son todas las que están. Porque, aparte del prólogo, necesario, eficaz y justo de nuestro director, hay una buena y silenciosa labor de equipo de la casa en la edición, muy cuidada. Un libro necesario, aunque incompleto, porque así debe ser, ya que yo sé como ustedes que siempre están esas damas del silencio, que en la cocina, en la terrible ocupación de la casa, en la oficina, en la calle, en la plaza, madres de familia todo el día haciendo milagros, cada una su salmorejo que, aunque parezca el mismo o tenga el mismo secreto, siempre será bien distinto, porque depende de la mano... Músicas, cómicas, criaturas femeninas, que siempre trabajarán en lo mismo, esperando al final ese triunfo que no llega. Taberneras, mujeres del aceite, camareras de todo el mapa, mujeres de pueblo, damas de las cuatro esquinas. Qué sería del perol sin ellas, del perol nuestro de cada día, que en el fondo y en la forma, es como si fuera nuestro propio madrenuestro. Soñadoras, monjas, médicas, mujeres en silencio, niñas, novicias, que aún las hay, becarias, que tanto me enseñan, madres de la casa que a veces sufren en silencio el terrorismo de alcoba. Como aquella mujer que he contado mucha veces, que encontré en la sierra con un frío pelón, y que me animó a parar el coche, por si quería que la llevara a algún sitio, y que lloraba sobre su vestido de luto, muy usado, y me dijo:

-Escapo de mi marío, que sin pegarme me está siempre haciendo mucho daño, con su bofetá sin mano.

Feminismo de lo diario. Las mujeres al poder, vale. Después de tanto tiempo que muchas fueron la mujeres al querer, las mujeres al vivir, merecido. En fin, un libro precioso, preciso, del Grupo Z, que les recomiendo, porque además el subtítulo es una verdad como el templo Mezquita-Catedral o Catedral-Mezquita de nuestra querida Córdoba... Seiscientas mujeres que hacen Córdoba.

Enhorabuena a todas. Las que están y las que no están aún. Sería imposible hacerlo para quedarnos contentos. Porque habría que hacer uno con todas, aunque las que lleva dentro sean suficientes. Incluso la última y más reciente. ¿Cómo se llamaba la princesa aquella por la que el califa aquel levantó Medina Azahara? Por que a veces olvidamos aquella verdad que dice: «Siempre detrás de un hombre, importante, hay una mujer silenciosa». Como pasa en Córdoba.