Tras la fachada mediática del C3A --que muestra todos los días, desde la caída del sol hasta medianoche, unas perspectivas que parecen como si el mundo naufragara entre sombras y luces-- se puede contemplar el arte en forma de laberinto, el que Juan Serrano eligió para dejar constancia de su vida y despedirse de la muerte… un instalación escultórica, una inmersión artística en la Alhambra pero en un espacio de siglos donde Córdoba empezó a escribir su historia.

Hace tiempo, casi como cuando comenzó a sonar el Equipo 57, un colectivo singular que nació como todo buen arte en un café, en este caso el Rond Point de París, Córdoba, ahora una ciudad libre de turistas y algo llena de coronavirus, empezó a significarse en su lucha contra la avaricia de poder.

Cuando en el Arrabal de Saqunda, por donde los novilleros del siglo XX venían a aprender, el emir Alhakén I arrasó la revuelta de sus habitantes, guerreros a la fuerza, muchos de los cuales huyeron a Creta donde fundaron un emirato.

Por esta zona empezó a escribirse la otra historia de Córdoba, la que sale del Guadalquivir, la que forma parte de la bella Andalucía de siglos, con palmeras, cielos azules y la Mezquita al fondo, la que en su día la concejalía de Urbanismo de Mellado señaló como lo más moderno y singular de la ciudad.

Fue cuando el arquitecto holandés Rem Koolhaas diseñó el Palacio del Sur. Un sueño con base real pero sin presupuesto.

Pero el C3A, o Centro de Creación Contemporánea de Andalucía, se levantó en esa zona de sueños inacabados, junto al Guadalquivir y frente a la Mezquita, para dejar constancia del loable empeño de aquellos guerrilleros de Saqunda y crear espacios de artistas como Juan Serrano, uno de los fundadores del Equipo 57.

Parece mentira pero se te aparecen las dos Córdoba de toda la vida junto al río Guadalquivir.

Ahí enfrente, junto al Molino de Martos, aquella ciudad con playa inventada, la que daría lugar a las peñas, una seña de identidad tan cordobesa que hasta los bancos y la Iglesia la protegieron.

Y en esta orilla, el C3A, donde la danza contemporánea de la compañía Carmen Fumero estrenó el jueves en sus jardines EKHO y el público, joven en su mayoría, tiene sitio para aparcar sus bicicletas.

Aquí, donde el agua del Guadalquivir hace una curva que hasta te altera la lógica navegación y la ciudad construyó un espacio tan moderno que hasta le guiña a la Mezquita.

Y te remites a la historia del Equipo 57, donde Juan Serrano, que exhibe aquí su intemporalidad, nos recuerda aquel día en que se encontró en París, junto con su amigo el pintor José Duarte, con Picasso y se comportaron-explayaron como españoles con corrida de toros, playa y comida.

Vuelves a la Córdoba de aquella época y ves que todavía no le había llegado la fama nacional al Caballo Rojo de José García Marín, que se instaló frente al espacio de mayor nombradía de la ciudad, el entorno de la Mezquita.

¿Solo la Mezquita y el Equipo 57? Luego vendría el Círculo Cultural Juan XXIII, de Aumente, Sarazá y Vallejo, los jesuitas y Jaime Lóring y la lucha antifranquista y contra el oprobioso nacional catolicismo.

Y antes y ahora el artista Juan Serrano, que falleció el domingo pasado a los 91 años, nos invita a sentir, por ejemplo, Laberintos-Alhambra, que se expone en el C3A, una geometría multicolor fabricada para ti pero con la belleza del arte no con la intencionalidad de una asignatura.

Si te quedas en esta isla ciudadana donde Juan Serrano, del Equipo 57, ha instalado su testamento, oirás cómo el Papa dice que la propiedad privada no es intocable cuando Antonio Gala ha cumplido 90 años, que hace 30 años que desapareció el Muro de Berlín y que el arco del Portillo ha sido restaurado. Una inmersión artística.