-Ponme un mediesito que vengo malo. Y una tapa de boquerones.

-¿Y eso?, contesta Manuel arqueando apenas una ceja (hoy está de buen humor) mientras llena una copa de un barril que huele a tradición.

-Na. Ya se me está quitando.

Entrar en una de las tabernas de la Sociedad de Plateros tiene ese efecto. Regentadas habitualmente por camareros de semblante serio y pocas palabras, tienen la cualidad de hacer que quien atraviesa su umbral se sienta como en casa, con la libertad suficiente como para estar y estar callado. Son reflejo del alma de Córdoba, joyas del patrimonio local que consiguen parar el tiempo derrochando solera, esa palabra que a los nuevos les suena a rancio y a los viejos les sabe a historia. Pero la Sociedad de Plateros es mucho más que una red de tabernas de Córdoba donde degustar lo mejor de la gastronomía cordobesa y los vinos de la tierra. Lo es pese a que la velocidad a la que se mueve el mundo hoy consiga a veces el efecto de amnesia colectiva que lleva a borrar los recuerdos de generación en generación. De ahí la importancia de actos como el de ayer, donde la clausura del 150 aniversario de esta institución cordobesa, celebrado en el salón más noble del Alcázar de los Reyes Cristianos, dio pie a poner las cosas en su sitio. El cronista oficial de la ciudad, Julián Hurtado de Molina, en presencia de la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio; y el presidente de la Sociedad de Plateros, Francisco Vera, fue el encargado de rescatar y reivindicar el origen progresista de la institución, nacida tras la Batalla de Alcolea para ofrecer un modelo de previsión social que sirviera de apoyo a los trabajadores, una mutualidad de socorros que hoy en día es la única superviviente de las que nacieron con esa intención. Esa iniciativa del colectivo joyero, basada en el espíritu colaborativo, se erigió en asociación el 17 de octubre de 1868, tras un momento convulso de crisis económica. Su intención era socorrer a sus asociados en momentos difíciles, recordó el cronista, y darles cobertura sanitaria cuando la sanidad no era ni gratuita ni universal, pero también aportaron dinero para atender a los soldados enfermos de Cuba o los afectados del terremoto de 1885 en Málaga y Granada. El afán emprendedor de los plateros les llevó a invertir después en la creación de espacios de ocio, tertulia y cultura que hoy conforman una red de tabernas que siguen mirando al futuro, como lo hace el sector de la joyería en Córdoba, ejemplo de innovación. Informó el cronista de que la primera sede de la Sociedad de Plateros, la más antigua, se abrió en la calle Cardenal González, donde se instalará una placa para que nadie lo olvide. Hasta que en 1873, con 8.500 reales, se abrió el primer establecimiento de bebidas, en la calle Romero Barros. El resto es historia. Pasado, presente y futuro.