-Fue difícil que el tinto entrara en el mercado del Sur. ¿Es algo del pasado?

-Pero muy del pasado. En España se ha evolucionado mucho en hacer y sentir el vino. Ahora hay una cultura del vino, una temperatura de servicio adecuada en casi todos los sitios… Hace años eran vinos con una acidez muy alta y muy claritos y se ha ido tendiendo a vinos muy elegantes, muy basados en la frutosidad, en los que la madera esté en un segundo orden y se respeta la tipicidad del terreno, nuestra climatología…

- Usan viñas plantadas en 1924 para el Malleolus de Valderramiro y de 1944 para el Malleolus de Sanchomartín.

-Sí. Por ejemplo, dejamos las viñas de 4 a 15 años para la marca Resalso y las de 15 a 25 para Emilio Moro, el nombre de mi abuelo y mi padre.

-Esperar 80 años para que una cepa dé un cierto vino no se improvisa. Hay algo de espiritual en ello ¿no?

-¿Espiritual? No sé... Yo diría pasional. Es algo que hemos mamado de niños. A nosotros nos daban fiesta por la tarde en la escuela para ayudar a vendimiar. Por eso hacemos el vino según lo sentimos. Cuando pusimos la primera contraetiqueta de la DO Ribera del Duero en 1989 hicimos vinos cosecha, jóvenes, crianza, reservas… Pero nosotros abandonamos esta calificación porque la barrica no hace bueno al vino. La barrica no se puede comer al vino y hoy en día los críticos están castigando mucho eso. Esa fue la filosofía que adoptamos en el 98 y se trata de ser dueño y señor del vino que hago y presentarlo de una manera coherente. Lo que cuenta son los años, la altitud, el suelo… y la madera en un muy segundo lugar. No estamos bebiendo madera.

<b>-Me confirma al final que hay mucho de espiritualidad. Y hablando de espíritu, ¿cómo le sienta el término ‘gurú’ con el que le califican?</b>

-(Ríe). No, no… Bueno, se trata solo de aunar tres criterios: tradición, innovación (con acuerdos con investigadores de cinco universidades) y responsabilidad social. Tenemos el proyecto de cooperación internacional de la Fundación Emilio Moro El vino ayuda al agua. Por ejemplo, este año hemos colocado potabilizadoras en colegios de Chiapas facilitando ese recurso y educando sobre su valor.

-Hemos hablado del mito de la barrica. Pero hay otros muchos, y además muchos falsos ‘entendidos’ y hasta algún ‘fantasma’.

-(Baja la vista y ríe). No me haga hablar de eso... Lo que ha habido es una distorsión con muchos palabros para definir un vino. Pero el vino es más sencillo. Son cuatro conceptos básicos… lo que te gusta y lo que no, que tenga un final agradable… Son sensaciones y momentos. El mejor vino del mundo no existe, es el que te gusta, y cada uno tiene su espacio, su momento,

<b>-Quizá lo que falla no es el vino, sino que no hay momentos para él.

</b>-Pues quizá sí. Nos falta tiempo. Pero van cambiando las cosas. Hay que buscar esos momentos.

<b>-Yo distingo entre el vino malo, el regular y el bueno. Pero entre uno muy bueno y otro sublime… ¿Cómo se aprecia un vino como Emilio Moro Clon a más de 200 euros la botella?</b>

-(Ríe). Pues seguro que sabe distinguirlos. Lo peor que le puede pasar a un vino es... que le pongan otro mejor al lado. Le aseguro que le pongo tres copas y sabrá perfectamente cuál es el mejor y por qué. ¡Verá como sí! A las personas nos gusta lo bueno.

<b>-Pero no todos los vinos son moros o cristianos, especialmente ‘moro’. Lo digo por el conflicto por su nombre e imagen que ha llegado hasta el juez.</b>

-Nos duele mucho, pero es nuestro deber defender el nombre y tantos años de trabajo, y que la gente conozca quién es uno y quién es otro. Confiamos en la Justicia.

<b>-Y para terminar, ¿le gusta los generosos? ¿El Montilla-Moriles?</b>

-Sí, claro que sí. Además, son unos vinos muy particulares, muy de aquí, que son únicos e inimitables en el mundo. Son vinos muy especiales... No tienen competencia. Yo sí que la tengo (ríe).