Ya vendrá el otoño, cordobeses. Porque además, el récord que se registró el jueves en Montoro --ese de los 47,3 grados, el más alto desde existe la Agencia de Meteorología-- es más que una cifra. Y lo digo de verdad, porque la conozco bien. La amo, además, la he tenido muy cerca…

Acabo de escribir para la radio de Carlos Herrera como todos los viernes a la una menos cuarto. En la cadena Cope, ya lo saben, no me canso de decirlo.

-Perdonen ustedes, pero tengo que dejarles: es hora de mi salmorejo en vena.

Es cierto, me ha podido al gazpacho, que es una pipirrana con agua, con perdón para el gazpacho, que espero no se me enfade, porque hasta que conocí lo vuestro, que yo convertí en lo nuestro, lo mío fue el otro refrescante del sur.

Pero el salmorejo entró en mi vida con fuerza y ahí me espera en la nevera, ya sea en jarra, en cartón incluso, aunque sea distinto, y hasta hecho en un lebrillo, que da para muchas más plazas.

En fin, por eso podría nacer la salmorejovisión, que es una mezcla de dioses…

Pero se me va el santo al agua. Mi botijo, de mano, es de La Rambla, que da un mejor salmorejo.

Es la calor, que me hace «farear», como decía mi madre. Lo primero, Paquita Rico, con la que hablé tantas veces y que hizo aquella primera película sobre Manolete. ¿Recuerdan? Y es que estoy todos los días con el mismo tema. Hace unos días, larga entrevista para un documental sobre nuestro ‘monstruo’ querido, y una chica de Aguilar, con la que en seguida hablé de nuestro poeta de la octogonal, ya saben quién les digo, Vicente Núñez, tan grande... Paquita, que sé de buena tinta que estuvo a punto de encontrar casa en Córdoba, en la Judería, pero al final tiró de ella la fuerza de las raíces.

Adiós, Paquita querida, por tanto pan como me diste a ganar, para la familia siempre… Paquita Rico, tan rica en tantas cosas hermosas…

Y en la otra cara de la moneda, también como si fuera nuestro, aquí está Antonio Banderas, que durante mucho tiempo tuvo ilusiones con nuestra tierra, aquel cine, aquel mesón de mesones. Antonio Banderas, enhorabuena de parte de los cordobeses.

Como también he de decirles que se va a llevar el kaftán, así como la babucha, que hay tanto que vender en nuestras calles de Córdoba.

Dicho queda, nobleza obliga. ¡Qué bien suena la guitarra de nuestro paisano José Antonio Rodríguez! Suena a gloria bendita, como la palabra escrita de Antonio Gala, del que hace tiempo que no escribo, aunque leo con mucho gusto en el libro de Almuzara, de nombre Córdoba de gala, que también les recomiendo, que hasta el calor disimula, aunque enciende el alma por dentro y es agua fresca de patio… Con esa dedicatoria suya, que para mí la quisiera:

«A los cordobeses de hoy, que tienen en sus manos la Córdoba de siempre y en cuyas almas vive. De todo corazón». Y su firma. Y en las primeras palabras, aquello de «una vez más, uno comprende que en esta tierra se le hayan enredado para siempre el corazón y la memoria».

Como me pasa a mí, maestro Antonio, retratado bajo los arcos de su fundación eterna y viva. Va a ser mi libro de verano, que va muy bien para lo mío porque alivia las cicatrices.

Las cicatrices del alma, que son las peores, y además recibo la revista, buenísima, de la Fundación Social Universal de Montilla, con su corazón de América, la América que yo conté y a la que tanto quise, día a día, durante un largo año inolvidable.

Y el alcalde de Villaharta, mi querido amigo Alfonso Expósito, que va y me recuerda:

-Ya sabe usted que en agosto le esperamos para dar su conferencia prometida, que el año pasado no hizo (no hice porque no pude) con el título Más o menos. Si yo les contara…

Estoy deseando ir, mi querido amigo Alfonso.

Y termino. He recortado el formidable artículo de Marisol Salcedo sobre los salmorejos distintos y se lo he dado a la parienta, para que aprenda que cada salmorejo es distinto, porque depende de la mano, de la muñeca, que lo haga. Gracias, niña, por la lección escrita.

Y termino como siempre. Que me alegro cantidad de que Julio Benítez vuelva a torear porque lleva un torero dentro. ¡Cómo recuerdo, joven maestro, aquella tarde inolvidable de La Almedinilla, cuando llamamos por teléfono desde su cuarto de vestirse de luces a Julio Iglesias, su padrino, hasta Miami!