Sesenta años. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde que tuvo lugar uno de los descubrimientos más fascinantes de la historia reciente de Montilla. Unas obras que se llevaban a cabo en el verano de 1957 en El Chilancón de Santa María, a las afueras del casco urbano, permitieron hallar los primeros restos óseos de una ballena en España, un hecho que todavía continúa presente en la memoria de muchos vecinos de la localidad. No en vano, el descubrimiento se convirtió en todo un acontecimiento a nivel nacional, lo que llevó al Gobierno a enviar a tres reputados científicos para analizar los huesos in situ.

Aunque los montillanos siempre creyeron que el fósil había sido enviado al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, la realidad es bien distinta. De hecho, la conservadora de su área de Paleontología, Prehistoria y Geología, Begoña Sánchez Chillón, confirmó en junio del 2005 que no tenía «constancia alguna» del mismo, en contra de lo que se recogía en una de las ediciones del Diccionario Enciclopédico Espasa-Calpe.

Por ello, la profesora Sánchez Chillón barajó la posibilidad de que los restos fósiles fueran a parar entonces a otro lugar. Y así fue.

Uno de los centros que recibió restos procedentes de El Chilancón de Santa María -y «en una caja que pesaba más de cien kilos», tal y como consta en un documento de la empresa que se encargó del transporte desde Montilla y que consiguió recuperar Inmaculada de Castro, archivera municipal- fue el Instituto Lucas Mallada de Investigaciones Geológicas.

«El mal estado en el que se encontraban los fósiles, que prácticamente se desmoronaban al cogerlos, aconsejó sacar moldes de escayola, que fueron los que se enviaron a varias instituciones académicas, no solo de Madrid, sino también de Córdoba y Granada», explicó la archivera.

Otro de los centros que recibieron los moldes de escayola fue la Facultad de Veterinaria de Córdoba. No en vano, el investigador montillano José Rey, cronista oficial de la localidad, recordaba haber visto los huesos del cetáceo durante una visita que realizó al centro en el año 1972. «Un profesor nos mostró unas cajas con restos pétreos y aseguró que se trataba de la ballena de Montilla», explicó José Rey, quien reconoció no haber olvidado esta anécdota por haber sido precisamente su suegro, el fotógrafo Manuel González, el encargado de cubrir la noticia para la Agencia EFE. Y José Rey estaba en lo cierto. «Entre los fondos del Museo de Anatomía de la Facultad se encuentra una vértebra de ballena, de más de medio metro, que se corresponde con el hallazgo que tuvo lugar en Montilla», aseguró en el 2005 el director del departamento de Anatomía, José García Monterde.

Aunque se descubrieron varios restos más, hasta el 2005 solo fue posible localizar una vértebra de gran tamaño. No obstante, fuentes de la institución universitaria confirmaron en primera instancia que el traslado de la facultad hasta Rabanales pudo determinar que el resto de fósiles se quedasen en el edificio de la avenida de Medina Azahara, donde fueron conservados hasta su muerte por el catedrático José Martín Ribes.

En abril del 2009, la entonces alcaldesa de Montilla, Rosa Lucía Polonio, dirigió un escrito al decano de Veterinaria, Librado Carrasco, para tratar de llegar a un acuerdo que permitiera exponer los restos óseos de la ballena en el Museo Histórico Local. La UCO se mostró dispuesta en un primer momento a ceder temporalmente los restos óseos pero, tres años más tarde, instó al Ayuntamiento a demostrar «fehacientemente» que la vértebra que se conserva en Veterinaria pertenece realmente a los restos óseos que se descubrieron en el Chilancón de Santa María hace ya sesenta años. Y así se zanjó el asunto hasta hoy.