-‘El funeral de Lolita’ es una novela en la que cuestiona la interpretación que se ha hecho del personaje.

-Sí. Creo que era necesario cuestionar las interpretaciones que, desde la moda, el cine, incluso desde todas las artes, se han hecho del mito, porque también había que plantearse qué peso tiene ese mito en las mujeres jóvenes del mundo.

-Dice que a Lolita nunca la ha censurado ni destrozado el feminismo, sino el conservadurismo y aquellos que no la entienden.

-Nabokov tuvo problemas para publicar la novela y, de hecho, la primera edición es de una editorial de casi contenido erótico en París. Entonces, sería absurdo pensar que son los tiempos de hoy los que censuraron una gran obra como es la suya.

-¿Cómo debemos ver hoy a Lolita?

-Bueno, Lolita, la de Nabokov, creo que hay que leerla con inteligencia y cuestionándose siempre el relato único que es el del narrador, que es el propio pedófilo que narra, que además es un delincuente, que pega a la gente, que roba y que es un maltratador psicológico durante todo el libro. Entonces, hay que leerla dudando de la versión de él.

-«Ser creativa en España es una mierda». Los críticos pueden que le traten mal, pero el público le trata bien.

-(Ríe). Sí. Me refería más con esa frase a la precariedad que a los críticos. Yo, con los críticos, me llevo muy bien también afortunadamente, porque también trabajo como periodista y como crítica. Entonces, me sé algunos trucos. Pero es cierto, y el personaje de la novela además lo es, es una persona precaria. Y esto es algo que para un artista va ligado ahora mismo de la mano. Cómo crear, cómo innovar, cómo investigar, si no tienes nada.

-Le han llamado de todo por lo que piensa y lo que escribe. ¿Enumere los tres insultos con más enjundia?

-(Ríe). Precisamente, me han llamado muchas veces Lolita. Yo creo que, además, con la mala baba de que no puede ser una mujer joven con ambiciones y con sueños. Por eso te meten en un arquetipo además sexualizado y terrible. Pero el más divertido es cuando me llaman la Hannah Montana de la literatura. Y ya me gustaría a mí.

-Publicó su primer poemario a los 18 años. Le decían entonces que era «insultantemente joven». ¿Desde cuándo ser joven es un insulto?

-Eso me preguntaba yo siempre y curiosamente ahora tengo 28, soy madre, tengo canas (ríe) y muchas veces se me sigue tratando como la eterna promesa, como algo que algún día pasará. Lo que yo me pregunto es cuánto tiempo tiene que estar alguien creando para que le tomen en serio, y sobre todo una mujer.

-Volviendo a su novela, una mujer de 30 años mantiene una relación con un hombre maduro. Algo bastante habitual.

-Sí, sí. Bueno, la mantiene cuando tiene 15 y luego a los 30 está tonteando con otro. Creo que es normal porque a muchas les atrae el poder o la sensación de alguien supuestamente más inteligente que tú o con más poder, porque te va a llenar el alma de otras cosas que alguien de tu edad no lo haría. Creo que bastante común. Sí.

-Se documentó con correos de chicas que habían mantenido relaciones con hombres mayores que ellas.

-Recibí historias de muchas mujeres. Entonces, me inspiró mucho saber que había mujeres que se iban a sentir identificadas, incluso salvadas un poco por un personaje como Helena.

-¿Alguna vez hizo o soñó con ser Lolita? Porque el 70% de sus amigas, según usted, sí lo vivieron.

-(Ríe). Me pregunto mucho, a veces, si yo, cuando sea mayor, querré ser hombre y me pregunto qué haré para detener esos impulsos.