Todos los años, casi veinticinco ya, ofreciendo el mismo titular cuando llega el mes de marzo. Porque el otro día, ya anocheciendo, en la oscura y hermosa sombra de los encinares de la comarca del Guadiato, de pronto, aparecen manchas blancas, temblorosas, plateadas, mientras llueve, llueve mucho, allí donde hay un clarito de luz, y voy y apunto en mis libretillas de mano: a pesar de todo, a pesar de tanto, florecieron los almendros.

Y es verdad, es como si de cuando, en cuando, entre el vendaval, que no respeta, el agua sí cae. Cae de una vez por todas como si se hubiera roto el cielo. Igual es que lo hemos roto. El agua que da vida a los campos cordobeses, tan necesitados hasta hace poco tiempo.

Oigan que acabo de enterarme por la radio, que el sol es, por ejemplo, una estrella enana.

Bueno, pues han florecido, aunque no esté en los almanaques como ha florecido en la pasarela de París, capital del mundo de la moda, el homenaje a Camarón, que rima con Macron, incluso con Puigdemont, que es un ripio, que dicen que se ha hecho a un lado… A lo que voy, que me llaman de madrugada hoy mismo, para decirme: «Oye, que ayer estuve en lo de Juana Martín, aquí en París, y ha sido cosa grande. Apunta y di que, además, este año el homenaje a Camarón tiene mucha Córdoba dentro, además de lo de Juana, porque hay mucho sombrero cordobés, a su aire, más grande, tipo sombrilla, pero que lo hay.

O sea, Córdoba de moda, en la moda, con la moda, desde la moda. Córdoba de moda, me gusta. Como ese libro que viene, que está escrito desde el respeto, por el primer marido, por lo civil, de Leticia. Pues lo ha hecho la editorial Almuzara, que tanto publica cosas nuestras. Enhorabuena y a esperar al lunes, que es cuando sale a la venta. Suerte, mucha suerte. Mientras tanto, en Sevilla me cuentan esos informadores que tengo, a mano, generosos y tan cordobeses. La novillera herida, Rocío Romero, la cordobesa, mejora de su herida del combate en la clínica de Sevilla. A una enfermera le ha dicho, o le ha confesado, mientras le curaba el trance: «Estoy deseando ponerme de pie, del todo para volver a lo mío, tengo que cumplir mis compromisos».

Ole, niña mía, ya sabes lo que te he dicho, te sigo porque te vislumbré desde el primer día. Es el tiempo de la mujer, así que, arriba chiquilla.

Y en el AVE, un jefe de tren, que es de Los Pedroches, me cuenta siempre cómo va su mapa. Así que es un enlace de nuestra geografía, y se lo agradezco mucho. «Cada valle tiene su música», me decía el poetazo Luis Rosales, aunque la letra no sea la misma.

No se si les he dicho ya, que estoy más cerca que nunca del Inca de Montilla. Me gusta lo de sus papeles encontrados y devueltos donde deben estar sin duda. Tengo gana, mucha gana de volver por esa tierra de la que sigo teniendo una llamada constante, y se lo digo desde aquí a una persona que es como mi hermano, Paco Solano, que escribe, como siempre está haciendo, un libro nuevo sobre su Córdoba del alma. Y, por si fuera poco, releo después de haberlo encontrado de nuevo, el libro de entrevistas de José María Carretero, El caballero audaz, que escribía con valor y con amor al mismo tiempo. Pocos han toreado, en la entrevista, como él, tan cerca y con tanto arte, con la verdad del asunto, la pregunta, que a veces es más valiente y más artística que la respuesta.

Por eso me alegra tanto, también, y felicito a mi amigo Rafael de la Haba, compañero ejemplar por ese premio que acaba de llevarse, de calle y porque se lo merecía. Un galardón solidario, por su pelea, en silencio, por los demás. Mucho más que un premio de campanillas. Te envidio mucho joven maestro.

Y termino, que me cuesta siempre mucho trabajo acabar, no me atrevo a decir rematar, con esto que aquí les digo. Verán, me gustaría tener en su día la respuesta de la señora de La Cantora, la dama de la soledad y el silencio, qué valiente es la Pantoja cuando canta eso de Te amo, de su último disco, donde echa el alma por la boca. Isabel Pantoja, vida mía, ¡que ganas tengo de verte! Te prometo mi silencio, pero dime: ¿Cómo se puede cantar esa copla sin querer a alguien en concreto? Claro que puede ser por Paquirri, que aunque no fuera de nuestras lindes se nos fue dentro de ellas...

¡Cuánto vales ahora Pantoja, en el silencio de las cuatro esquinas de tu cárcel, aunque tú tengas todas tus llaves en tu delantal de gitana nuestra!

Tan nuestra, niña Pantoja.

Te lo digo porque ya ves, que, a pesar de todo, de lo que llueve, de lo que rompe, de lo que nos hace daño, al final de todo un día van y florecen los almendros. Aquí te mando éste de papel por si te sirve de algo.