Estados Unidos «está pagando» ahora con un aumento de los suicidios y las muertes por sobredosis el uso durante años en los hospitales de medicamentos paliativos del dolor, dice en entrevista el psiquiatra español afincado en Nueva York Luis Rojas Marcos. El director del Grupo de Médicos Afiliados de Nueva York (Pagny, por sus siglas en inglés) explica que en la década de 1980 se desarrolló un «movimiento general a favor de tratar el dolor» en los hospitales, algo que era una «queja universal» entre los pacientes, que apuntaban su dolor en un folio del formulario con caras dibujadas. Esto provocó una inversión muy importante de la industria farmacéutica en el desarrollo de medicamentos derivados del opio como paliativos.

De hecho, el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York y ex director del sistema hospitalario de la Gran Manzana relaciona esa necesidad de acallar los dolores con el alza actual de los suicidios y las muertes por sobredosis en EEUU que, según los últimos datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades, provocó un descenso de la esperanza de vida en el 2017 a los 78,6 años, una décima menos que el año anterior. Según esta misma institución, los suicidios permanecieron como décima causa de muerte en EEUU el año pasado, alcanzando la cifra de 14 por cada 100.000 fallecimientos. En total, estos centros de prevención calcularon 70.237 muertes por sobredosis en el 2017, lo que supone 21,7 de cada 100.000.

De acuerdo con el director del Pagny, «cuando el forense ve el cuerpo de una persona que tiene fentanilo (derivado opiáceo sintético similar a la morfina), heroína o exceso de medicación, esas muertes se suelen clasificar de suicidios». «Eso ha sido lo que ha aumentado, más que el suicidio en sí», explica Rojas Marcos, que lleva cincuenta años trabajando como psiquiatra en la Gran Manzana. «Yo no creo que hubiese intención de generar adictos, pero lo que no hubo fue la habilidad de darse cuenta de la situación. Yo también participé en la conciencia de que no estábamos tratando el dolor en los hospitales», admite.

Los medicamentos eran tan adictivos que generaban dependencia, aunque la industria farmacéutica pagó «estudios contaminados» que aseguraban lo contrario. El doctor se remonta al 2007, cuando el fabricante del medicamento OxyContin se declaró culpable de engañar a reguladores, doctores y pacientes sobre el riesgo adictivo del opiáceo. «Empiezan a subir las adicciones y el abuso de estas medicinas y, una vez que sales del hospital y necesitas receta, comienzan con el fentanilo y otras drogas procedentes de México o China», detalla.

La procedencia extranjera de estos opiáceos, cuenta Rojas Marcos, tiene un riesgo de «equivocación»: un consumo erróneo y en cantidades demasiado grandes que llevan a que el individuo se cause la muerte a sí mismo. EEUU es, recuerda, una sociedad muy individualista y son muy altos los costes sanitarios o de los tratamientos psicológicos. Rojas Marcos insiste en el poder que la industria farmacéutica tiene en EEUU, poniendo como ejemplo los anuncios de televisión, ya que es uno de los pocos países del mundo donde se puede emitir publicidad de todo tipo de medicamentos. «Si pones la televisión a las seis de la tarde cuando empiezan los noticieros, todo lo que ves son anuncios de medicamentos: la felicidad, toma esto para la artritis, el dolor, la impotencia... Y al final te dicen muy rápido los efectos secundarios. Están hechos para seducir al cliente que no sabe».