El amor en el jardín de las fieras es un canto al amor con el trasfondo histórico reconstruido por su autor durante la visita que, en octubre de 1940, Himmler hace a España buscando la pervivencia en nuestro país de una cepa pura de la raza aria.

-Ha publicado 86 libros. Presenta ahora ‘El amor en el jardín de las fieras’. Y ya trabaja en un ensayo sobre la Revolución Rusa. ¿Por qué no escribe algo sobre el tiempo libre a ver si descubre de qué va?

-(Ríe) Me temo que yo el tiempo libre lo ocupo siempre de cosas. No quiero tiempo libre. Tiempo tendremos cuando muramos de tener todo el tiempo libre del mundo.

-Además, ha escrito con el seudónimo de Nicholas Wilcox varias novelas sobre templarios. ¿No guardará más seudónimos en el forro de la chaqueta?

-Pues sí. La verdad es que tengo todavía otro seudónimo, pero no debo desvelarlo. Solo escribí una novela hace ya mucho tiempo con otro seudónimo.

-Anda, venga. ¿Qué seudónimo era?

-Déjame que me acuerde. Ramón J. Uribe. Yo soy muy lector de Ramón J. Sender, entonces yo le puse Ramón J. Uribe. Una novela policiaca que pasó inadvertida.

-En su libro Heinrich Himmler busca vestigios arios en España. ¿En la realidad encontró demasiados?

-No. No encontró absolutamente nada. Fue solamente que, cuando hizo la famosa visita a España, él está ya interesado en la expansión de la raza aria. Entonces, había unas excavaciones de un cementerio visigodo en Castiltierra, porque los visigodos eran germanos y eso estaba cerca de Madrid. Pues programaron una visita a esas excavaciones. Llovía tanto que no fueron. Le fastidió el asunto. Sin embargo, ese es el arranque de mi novela. Porque una de las colaboradoras de Himmler encuentra a un obrero tan rubio y tan ario que se lo llevan a Alemania para estudiarlo como espécimen de la raza.

-Este libro es una novela que puede leerse como un ensayo y por el que transitan personajes ficticios y reales.

-Efectivamente. Le he puesto todo el empeño que tendría que ponerle a un ensayo en retratar bien la vida de Berlín al principio de la guerra.

-Mientras escribía la novela quedó prendado de la figura de Ramón Garriga, corresponsal de la agencia de noticias ‘Efe’ en Alemania. ¿Qué vio en él?

-Un hombre que en el 40 le dijo a Dionisio Ridruejo: “Estos tíos van a perder la guerra en el año 45”. ¿Quién sabía más que Ramón Garriga sobre el tema?

-La mayor parte de los libros son fruto de su pasión por la Historia. Usted dice que escribe ensayos novelados o novelas ensayadas.

-Sí. En cierto modo, cuando estoy escribiendo una novela, me apetece un ensayo. Entonces, lo que hago es que la novela lleva la misma exigencia de fondo que los ensayos y los ensayos procuro hacerlos tan ligeros como una novela.

-Su personaje Herminio Cáiser es el prototipo de ario perfecto que Himmler se afanaba en buscar. ¿Cómo surge en usted la necesidad de buscar los orígenes de la raza aria en España, uno de los episodios menos conocidos de nuestra historia más reciente?

-Bueno, yo conocía ese interés de Himmler. Simplemente lo que he hecho es explotar esos datos que son interesantísimos desde el punto de vista de una novela.

-Pero después Cáiser se enamora de una obre judía. Y ahí se complica todo.

-Obviamente, a él lo tienen entre algodones, lo tienen muy bien considerado, pero de pronto encuentra una chica desnuda en su bañera que resulta ser esta obrera judía, se enamora y él a lo que aspira es, como todo enamorado, a rescatarla y a tener bien a su amada. Ahí está toda la complicación que viene en la novela.