-«Ay, hermanas mías, no queráis nunca la suerte de los emigrantes; por muchos milagros y maravillas que os cuenten». ¿La vida fue tan dura?

-Bueno, hay mucho desarraigo, mucha añoranza y muchos miedos. También hay cambios muy apasionantes.

-En su novela, Fátima abandona el Rif con su hija y con la masa madre para hacer pan para emigrar a Cataluña. ¿Novela autobiográfica o la ficción también se impone?

- Es una ficción, es una novela que debe muchísimo de lo que conozco, pero es una historia, inventada en parte o no, pero eso ya es secreto profesional (ríe).

-El libro está articulado como un relato oral en el que Fátima narra, a su vuelta, a sus hermanas todo lo que ha vivido. ¿La oralidad cobra un peso específico en la cultura del Rif?

-La oralidad es la literatura, es la forma que tiene la literatura en el Rif. Es una lengua oral básicamente y, para mí, es una de mis raíces literarias esa oralidad.

-Su madre, personificada en Fátima, huye de un entorno social donde las mujeres tienen muy poco que decir. Primero, sometidas al padre. Después, al marido. ¿El paso del tiempo logra romper supersticiones, analfabetismo, cambiar una estructura familiar que parece inalterable?

-Yo creo que el paso del tiempo lo que permite es reflexionar más globalmente sobre esas estructuras tan injustas para mujeres que, en otros momentos vitales, cuando se es más joven, a lo mejor cuesta más entender que eso es una injusticia estructural, no una injusticia particular.

-¿De dónde les viene a las mujeres de su tierra esa fuerza, esa capacidad para sobreponerse a tantas dificultades, a un destino maltrecho?

-Pues no lo sé, pero yo creo que son de las mujeres más fuertes que he conocido nunca, porque trabajan dentro o fuera de casa, sobrellevando todo un mundo de mucha dureza y, al mismo tiempo, siguen disfrutando de la vida. Que eso es algo también importante para trasmitir a los hijos.

-En su novela, los personajes femeninos -hija, madre, abuela, hermana, cuñada- merecen el máximo protagonismo. Pero los hombres quedan relegados a un segundo plano. ¿Ajustando cuentas?

-No. Pero es que los hombres ya han sido protagonistas de casi todo lo escrito. Entonces, yo creo que falta darles un espacio a este tipo de mujeres que nunca han sido personajes principales. Siempre han sido personajes secundarios.

-Para usted la palabra «extranjera» es un término duro. Extranjera no solo en un país ajeno. A veces, también en la propia casa. ¿Tanto condiciona el origen del ser humano que ensombrece el futuro?

-La condición de extranjería depende del lugar que uno ocupa en una sociedad y, en la sociedad de la que yo vengo, la mujer ocupa un lugar secundario. Que seas extranjera solo por el hecho nacer mujer, no por el hecho de haber emigrado.

-El libro habla, sobre todo, de amor maternal, la lucha por dar lo mejor a un hijo. ¿Tanto pesa la familia en la estructura social del Rif?

-La familia es la estructura básica del Riff, y yo creo que de Marruecos en general. Es la estructura más importante que hay, más importante incluso que la pareja.

-Ha escrito este libro para reconciliarse con el mundo, «para no tener rabia contra nadie». ¿Qué escribe ahora?

-Yo escribo para entender el lugar que me ha tocado vivir, como este espacio que, a veces, está lleno de contradicciones y requiere hacer una indagación en profundidad para poder comprender simplemente, y para poder narrarlo también.