-‘Hablarán de nosotras’. 17 mujeres que pecaron. Chavela Vargas, Ava Gadner, Madonna, Hillary Clinton. ¿Quién cometió pecado capital y quién pecado venial?

-Es difícil elegir. Te diré dos. Y además, son reinas. Cleopatra, porque dicen que el peor pecado es la soberbia. Pensó que con la seducción gobernaría el mundo. Y Ana Bolena, por sacar la lujuria a un rey. No solo llegó a ser reina sino que creó una nueva religión. Y el pecadillo, para Virginia Woolf, porque al final su pecado estaba muy casado con la enfermedad.

-Desde los albores de la humanidad, la mujer siempre estuvo vinculada al pecado. ¿Qué traéis en el cuerpo cuando nacéis?

-Pues la inteligencia de transgredir los límites, la valentía de no quedarte con aquello que la sociedad marca, y por eso hemos sido siempre las mujeres un género que ha llevado a grandes revoluciones y buenas.

-Tú también eres pecadora. ¿Cuál es tu pecado favorito?

-Yo te diría que he sido muy intensa, apasionada, y eso al final te lleva a ser muy vehemente, en algún momento, con un vicio menor. He sido muy orgullosa. Con lo cual te diría que el pecado de la soberbia es el que he practicado para bien o para mal. El que me ha costado más, la pereza.

-¿Estamos hoy en un momento en que las mujeres pueden asumir con más serenidad la propia feminidad?

-Sí. Estamos en un momento en que la mujer ha dejado de pedir perdón por entrar en un terreno que estaba vetado al género femenino, y entonces puede sentirse más segura en su propia feminidad. Y a partir de ahí, habrá un liderazgo en femenino muy distinto, bueno y enriquecedor para la sociedad.

-Te obsesionan los pecados capitales y las biografías, como se comprueba en este libro. ¿A partes iguales?

-Buff. Yo creo que me obsesionan más las biografías que los pecados capitales. El pecado me apetece practicarlo. La biografía me obsesiona porque me encantan las vidas de las personas. Es ahí donde puedo aprender.

-Tú invitas a pecar, confiesas haber cometido pecados capitales. Cuéntame algo que nunca contaste a otros.

-Te diría que engañé. Cuando era chiquitina, como mis amigos jugaban al fútbol, y yo quería concursar y no me dejaban porque era mujer, le dije a mi padre que me cortara el pelo y me hice pasar por chico. Me descubrieron en mitad de la competición y luego me dio una vergüenza terrible subir a recoger la medalla con nombre de chico. Fue el pecado de la soberbia.

-Efectivamente, te defines como soberbia y orgullosa, aunque cada vez menos. ¿A la soberbia le ocurre como al colesterol, que lo hay bueno y malo?

-(Ríe). Sí. Yo creo que le sucede a todos los pecados. Cualquier pecado puede ayudarte a seguir en la vida. Y la soberbia, mucho más.

-Alguno de tus profesores de Universidad no confiaba demasiado en ti y acabó trabajando en un programa que tú dirigías en RNE. ¿Las fronteras están en nosotros mismos?

-Los límites los ponemos nosotros mismos, y si realmente practicas el tratar que tu propia frontera esté más lejos, o incluso no exista, pues tu vida va muchísimos mejor. Somos carceleros de nuestros propios sueños.

-¿Escribirás algún día otro libro sobre pecadoras españolas? Me da la impresión de que el rifirrafe lo tienes asegurado.

-Tengo ya la lista. Y te aseguro que hay alguna andaluza muy prominente pecadora. La Duquesa de Alba está entre ellas. Y Lola Flores también está.

-Tu ambición profesional es ese programa hecho a la medida que todavía no ha llegado. ¿Cómo sería?

-Un programa que esté mucho más adaptado a mi personalidad y pueda dirigirlo. Un programa que me permita mojarme.

-Esta frase es tuya: «Fui un espíritu libre que supo disfrutar de la vida».

-Supe disfrutar de la vida pecando mucho y sin ninguna culpa.