-Vuelve con Bruna Husky, el personaje más cercano a usted «en un sentido íntimo». ¿Tal vez porque tiene el corazón vulnerable?

-Jaja. Eso también. Pero además porque está obsesionada por la muerte y por el paso del tiempo. Y, por lo tanto, también se come la vida a bocados. Y es una vitalista.

-‘Los tiempos del odio’ está ambientada en el año 2110, pero parece retrato de los tiempos en que vivimos.

-Sí. Siempre digo que mis novelas de Bruna son las más realistas.

-Esta tercera entrega de la saga de Bruna Husky es, según usted, «el mejor de los tres libros». Pero tal vez en su obra en general también ocupe un lugar destacado.

-Creo que sí. Ahí ya me es imposible decir cuál es el mejor o no. Pero le puedo decir, por ejemplo, que el final de esta novela, de todos los finales que he escrito, es el que más me ha emocionado escribir.

-En su novela, el cambio climático provoca un caos meteorológico. Un preludio inevitable cuya solución tampoco atendemos como debiéramos.

-Para nada. Estamos en una frontera de un colapso climático absoluto. Ahí tiene a Trump, negando que exista.

-Sin amor no merece la pena vivir. Una evidencia que, en general, descuidamos cada día.

-Yo, fíjese, creo que, cuanto más envejezco, más claro veo que el amor es uno de los grandes motores que mueve el mundo. Lo que pasa es que no se nos da nada bien (ríe).

-Bruna nunca había probado un verdadero pollo, sino solo productos de pollo sucedáneo que, como dice en el libro, bien podría saber a dinosaurio. Ahí sí nos hemos adelantado ya al futuro que describe.

-Jaja. Bueno, bastantes porquerías estamos comiendo ya. Sí, sí. En el futuro próximo están comiendo todo el rato sucedáneos hechos de medusa. Ahí no creo que vayamos a algo muy bueno. No. (Ríe).

-¿La ciencia ficción es el mejor escenario para hablar de lo que somos los seres humanos y de lo que podríamos haber llegado a ser?

-Es una gran vía de expresión de nuestra realidad. La ciencia ficción te da una herramienta metafórica poderosísima para hablar del aquí y del ahora, y de la condición humana.

-Su libro, sobre todo, es una crítica al capitalismo, «al poder sin piedad», como dice. Trump, Bolsonaro. ¿Hacia dónde vamos?

-Estamos dirigiéndonos hacia un precipicio de involución en donde podemos perder muchos de los logros democráticos conseguidos durante siglos. Pero, como soy relativamente optimista, creo que, si luchamos, lo podemos parar.

-En efecto, como usted dice, hay riesgo de una involución política. ¿Qué hacer? Porque me da la impresión de que el personal no percibe ese peligro.

-Comparto esa sensación (ríe). Pero si no nos apresuramos en refundar la democracia, en limpiarla de corrupción y de hipocresías, lo tenemos durísimo.

-Aunque lo parezca, no será esta la última de novela de Bruna Husky. ¿Anda ya metida en faena?

-Ando metida en faena pero, en este caso, de otra novela de una historia contemporánea protagonizada por un hombre. Pero escribiré una cuarta de Bruna Husky, porque la dejo en un lugar tan curioso que a ver qué pasa con ella.

-Ya tiene productora para una serie televisiva sobre su androide. Incluso le ha puesto rostro a Bruna: Charlize Theron.

-Me encantaría que fuera Charlie Theron, pero no va a serlo. Me preguntaron cómo la veía y dije Charlie Theron. Pero vamos. Ojalá salga la serie. Estamos en ello. Me encantaría ver a Bruna en carne viva.