Porque es la máxima en todo. Y me permitan para empezar el piropo. Que es una verdad a veces insoportable. Menos mal que está la realidad de los patios, donde suena un agua de caño. Y luego está el abanico. Que es la nevera de bolsillo. Por eso, el otro día en la tele, recordé lo de doña Sofía en Mallorca, cuando apareció con Letizia y sus nietas, y se refrescaba el real rostro con un ventilador de bolsillo, de pilas, como debe de ser. Y conté la historia aquella de aquel día de hace ya muchos años, cuando yo estaba tan cerca de don Manuel Benítez El Califa, o sea, como poco medio siglo, un día que íbamos al sur del sur, al pasar por donde segaban unos obreros del campo, se dio cuenta, recordando viejos tiempos, de que algo debía de hacer con ellos. Así que, cuando llegamos al sitio donde toreaba, desapareció un buen rato y regresó con un paquete, en silencio, sin dar cuenta de dónde había estado. Y a la vuelta, con dos orejas y rabo como siempre, al llegar donde los segadores sudaban y cumplían con su durísimo trabajo, ordenó que parase el coche Mercedes recién comprado por el Pipo, pero de segunda mano. Se bajó del auto, se fue hasta donde trabajaban los peones de la hoz y les abrió el paquete misterioso.

-Tened, para que os ayude en la tarea, que menos da una piedra compañeros.

Eran ventiladores eléctricos, de mano, que había comprado en un mercadillo de donde había toreado. Después ni foto se hizo con ellos, que entonces no había esos selfies de hoy, y se mostró tan ufano… O el día que compró colchones hinchables para aquellas monjas, o…

Eran sin duda otros tiempos. Ahora don MB se ha instalado en su silencio. Le echo mucho de menos y ahora se lo vuelvo a decir. ¡Me gustaría mataor, maestro, cambiar contigo, con usted, como se deben decir los compadres, aunque fuera con un pacto de silencio. En fin, esperará al otoño, que es tiempo de romper silencios. Igual, igual para entonces, que yo cumplo ochenta y cuatro, nos hacemos un perol, mano a mano y si es posible sin fotógrafos, aunque sean tan buenos en Córdoba, y a lo sumo en la cuadrilla Sacromonte, por ejemplo.

Mientras tanto, salmorejo en vena, que se ha hecho el amo del sur, por encima del gazpacho, la pipi, la pipirrana que es el corazón de todo. Y que me gustan mucho, muchísimo, los pendientes, de la vice nuestra, la Carmen Calvo, ya saben, y también la colección de zarcillos, como dicen los gitanos, y de que, insisto, no deja su acento. Como le ocurre también a la ministra del real tesoro, que es que, además de sevillana, ejerce la Montero, que pasea por el anillo de la política, tan revuelto, montera en mano ya saben….por jugar a las palabras que es ya a lo único a lo que puedo jugar por la verdad de los huesos. Y muchas más cosas más. Que leo en un periódico del sur, que Puente Genil cuida mucho de sus poetas, y es una gran verdad. Tierra de Ricardo Molina, en el recuerdo más brillante que nunca, gloria bendita como saben que a veces digo. Y además, siempre actualidad. Aunque sea la actualidad dolorosa esa confesión de Terelu, «mejor quitarse los pechos», que el bicho siempre está atento… maldito sea. Lola Flores y yo, cuando hablábamos de él, porque no había más remedio, le llamaba por otros nombres. «Ese hijoeputa, ese cabrón, e incluso el cangrejo negro». Ay, aquel día que tantas veces conté, cuando, a media tarde se confesaba conmigo, se desgarró la bata de andar por casa, y me mostró aquella enorme cicatriz, i-nol-vi-da-ble… Pero ya se ha avanzado mucho, se pelea con él, cara a cara y encima se le llama, como debe ser, por su nombre. Y a propósito, que sobre la enfermedad de Camilo Sesto, tan nuestro aunque sea de Levante, buena noticia. Ya ha vuelto a casa, ya lo saben, y además, ya echó la piedra de su cólico nefrítico. Yo lo he tenido más de una vez, y recuerdo aquello que decía aquel gitano amigo.

-Es que mire usted, cuando se echa fuera, es como si se echa un armario por una cañería de baño.

Y ya han visto como la Juncal, que fue tan grande y tan cerca, estaba ahí mismo haciendo la tarde en Castilla-la Mancha. Bueno, pues no se ha ido, no del todo. Es que ahora lleva sobre sus hombros ni más ni menos, que la organización, la dirección general, del concurso de Miss España, que me cuentan que va a salir mejorado. Pues ya sabe donde tiene la bella de ayer un hermoso conjunto de bellas tan nuestras. Las máximas también en un juego de bellezas. Una pasarela la nuestra única. Me permito este apunte de máximas, como cuando da Montoro la más alta temperatura. De ahí su bella piedra roja, la alegría morena de sus mujeres, incluso, por dar un camino, la de su alcaldesa guapa.