Un día Anthony Quinn, del que estaba escribiendo sus memorias por todo el mundo -cuando yo escribí sus memorias a corazón abierto durante más de seis meses-, me contó, aquel grande del cine, que ir con él era como ir por la calle con Dios de paisano, y que me llamaba sherezade porque le gustaba escuchar mis historias, más que contar las suyas; creo que fue en el Hyde Park de Londres aquello de:

-No sabes, chamaco, lo que es ver tu corazón, encima de una mesa de quirófano, del que me operaron aquel día en Nueva York.

Bueno, pues así ha escrito su último libro mi maestro Alejandro López Andrada, que ya me lo había avisado. Me lo leí en una tarde, como siempre, yendo y viniendo hacia el Sur. El libro, memorias y pulsaciones, se llama Los árboles que huyeron, que está bien lleno de aromas. Hay una niebla baja al pie de los eucaliptos. Los calistros, como les decíamos de mucho más jóvenes. Se lo recomiendo ya. El poeta verdadero, que escribe en prosa. No le toques ya más, que así es la prosa. Gracias, Alejandro, por este libro editado por Almuzara, al que solo le falta que un buen día me lo dediques, que será buena señal de que hemos vuelto a encontrarnos.

Me dicen que don Antonio Ramos Espejo, el padre en parte de este perol, buen periodista, que fue en su día director, buen director, de este periódico nuestro, me ha enviado unos libros de Federico García Lorca que está tan de moda estos días. Y que, además, siempre que podía, le gustaba acercarse a Córdoba, aunque fuera de Granada. Leo, y me gusta mucho leerlo, que los cordobeses son, de toda Andalucía, los que más usan internet. Que no saben lo que me alegro. Esa buena noticia es seña de que Córdoba avanza de todas formas. Y es por eso que aquí reseño la buena nueva de que hayan hecho académica a Helena Cosano, Bella, diplomática de oficio y de vocación, joven y actual. Enhorabuena, académicos.

Y permítanme este suspiro. ¡Ay, ese cuadro con la vieja sentada, del pintor lucentino Jesús Gutiérrez! Córdoba, tierra de buenos pintores. Es natural, si es tierra de buenos poetas. Me apunto a que quieran levantar una estatua en homenaje inmediato a Chiquito de la Calzada. ¿Cuánto hay que dar para conseguirlo? Podría levantarse en Málaga, cierto. También en Sevilla, vale. Pero también en Córdoba y en el Brillante, donde nació su esposa, que tanto fue para él.

Una página entera de El País hablando, escribiendo, de Palomo Spain. El titular de la crónica es muy bueno: Madura en Nueva York. Pero la esencia, la fuerza, eso que se llama el duende, lo que nace con el que lo tiene en la masa de la sangre, el tuétano, está en su pueblo de Posadas, en Córdoba, de donde nunca reniega. Es sin duda el más español de los creadores de España porque hace de cada obra suya un homenaje a su pueblo. Fuimos de los primeros en adivinarlo, y en contarlo en estas páginas. De ahí el orgullo de verlo crecer sin renunciar a sus raíces... Ya es cordobés universal. ¡Que ganas tengo de conocerlo personalmente y hacerme una foto con él aunque sea con el teléfono!

Hace unos días que conocí, cuerpo a cuerpo, o sea, así de cerca, a Sara Baras, la enorme bailaora sureña. Y me gustó mucho poder besarla en la mejilla, mua, mua. Como sé lo que le gusta bailar en Córdoba, les doy la noticia de que se separa del que fue gran amor, su marío durante varios años. ¿Es una historia triste o liberadora? A veces es más lo segundo que lo primero. Por eso la traigo aquí, a nuestro ventanal florido. Y según ella lo sienta, yo hago lo mismo, reina.

Y esa foto de Carolina Marín, la dueña de la pelota alada, la mariposa redonda, que poco después de ser operada ni más ni menos que de rodilla, campeona mundial en lo suyo, ya está entrenando. Aunque atada, para no perder el equilibrio. Siempre escribo, ya lo saben, a corazón abierto. Por eso, tantas veces me equivoco y de ello me arrepiento. Y leo que una de las pasiones secretas del maestro don Pablo García Baena era el ser anticuario. Lo antiguo, que no es lo viejo, ni mucho menos.

Abrazo a Espartaco, del que el otro día escribíamos. Nos lee, Dios se lo pague. Le digo al paso, mientras nos damos un verdadero abrazo:

-¡Dale un beso a tu padre de mi parte!

Su padre, que fue su maestro pero no llegó a ser lo que fue su hijo. Aunque le sembró la gana. Y él sabe de aquella foto que publiqué en el Hola, donde el padre de Espartaco, en aquella plaza lejana, le daba un pase al toro del carro, que el que empujaba era su hijo, ya matador de toros… ¡Cómo pasa el tiempo! Menos mal que con él no se pudre mi memoria. Porque ya lo saben, que es verdad eso que dicen, el futuro es el pasado. Cierto.