Caminar por Córdoba y de pronto parece que la ciudad se está vaciando. Sin embargo llegas al centro, donde la gente hace colas en la oficina municipal y a las puertas de la banca electrónica de Cajasur en el Bulevar y te das cuenta de que el ambiente respira la inminente llegada de la Navidad, con Raphael vestido todavía de pequeño tamborilero al cabo de sesenta años viviendo en los escenarios. La puerta del Corte Inglés congrega a la gente como antes del covid aunque también se vayan a correr después del teletrabajo bajo una cartelería iluminada que anuncia clínicas del sueño, dentales, de medicina estética, veterinarias, de ortodoncia, farmacias u ópticas, y pasen de largo por los letreros de los bares, todos apagados, y las iglesias permanezcan abiertas para pedir la caridad del kilo de alimentos para necesitados. Se encienden, como un cielo reparador, focos de la iluminación navideña, que en Cruz Conde es menos contundente que la del año pasado.

Una Córdoba que ha podido escuchar a Silvia Pérez Cruz, esa voz distinta que tanto se parece a la poesía, que nos ha traído Cosmopoética, aunque la pandemia nos haya obligado a verla por ordenador, sin chaqueta y con ropa y calzado deportivos, la indumentaria de este tiempo enfermo que espera vacunas salvadoras. Un tiempo para no desesperar al que Inmaculada Oriente, psiquiatra jefa de la Comunidad Terapéutica de Los Morales, le apunta su clave: «No me he sentido nunca quemada porque soy poco amiga de la queja. La gente que se quema es la que se queja mucho». Quizá por eso el alcalde de El Viso, Juan Díaz, ahora que no son buenos tiempos para el optimismo, les ha dado la vuelta y ha comprado parte de la obra del escultor y pintor de Los Pedroches Aurelio Teno, que nació en las Minas del Soldado, para crear un centro de exposición «que supondrá la mayor muestra de obras de arte del autor en todo el mundo». Aunque en el mundo lo que está triunfando con una rapidez de vértigo son los móviles y los patinetes, los dos mejores inventos contemporáneos, más virales -vaya término en tiempos de virus (covid)-- que las redes sociales. Un poco menos rápido fue el descubrimiento, entre 1988 y 1989, de Hypnos, el dios del sueño en la mitología griega, en la villa romana El Ruedo de Almedinilla, que ahora protagoniza la exposición En busca del tiempo perdido del Centro de Arte Rafael Botí, una especie de tensión entre la memoria y el olvido que nos transporta a varios mundos de singular atractivo, mezcla de nostalgia y fascinación. Despertamos del sueño de Hypnos y salimos a la plaza de Judá Leví cuya ausencia de turistas la cubren en un velador los dueños del único bar abierto. La plazuela de la Filmoteca, vacía, solo atrae por el sonido del agua de su fuente. Estamos en Torrijos, la calle a la que miraba monseñor Infantes Florido desde su residencia en el Seminario aquel anochecer de mayo de 1989 cuando la Corporación de Herminio Trigo iluminó la Mezquita, como Dios manda, por primera vez Ni siglos antes, un día laborable, pudo parecer esta calle, donde se citan los turistas para visitar la Mezquita, el silencio de una ciudad con el alma en pena. Eso sí, una soledad monumental con El Bandolero abierto y la presencia de las gitanas que venden romero y echan la buenaventura. El periódico especifica que la Plataforma Mezquita Catedral se cuestiona el cierre de este patrimonio de la humanidad, y de su Patio de los Naranjos, cuyo olor a azahar cumple condena entre paredes. Me he asomado por el Postigo de la Leche y he visto a albañiles descansando después de almorzar, y por la Puerta del Perdón se me han aparecido premios Nobel de Literatura como Gabriel García Márquez y Octavio Paz, y gargantas nobles como las de José Carreras o Montserrat Caballé. Es un sueño casi imposible el de la soledad de esta y otras calles, como la de Velázquez Bosco o de Las Comedias, donde los turistas se apretujan. Es la primera vez en mi vida, después de haberme despertado durante nueve años con las campanas de la Catedral, que veo soledad sin turistas y me percato de la historia encerrada tras las puertas clausuradas del Sabat, de San Ildefonso, del Postigo de Palacio, del Espíritu Santo, de San Miguel, de San Sebastián, de los Deanes, del Postigo de la Leche, del Perdón, del Caño Gordo, de la Grada Redonda, de Santa Catalina, de San Nicolás, de San José, del Sagrario y de Jerusalén. No me atrevo a preguntarles si tendremos que ir en busca del tiempo perdido.