A ver si no, mis leales, ¡si vieran cuánto me hubiera gustado estar ese día de ayer, como quien dice, cuando mi Rosa Luque entrevistó al doctor cordobés Manuel Concha, que hizo no sé cuántos trasplantes, que, además, lo hizo siempre bien, y al que yo entrevisté tantas veces! Incluso en su día, que lo escrito, escrito está, pedí para él, si es que lo hubiera habido, el Premio Nobel de Medicina. Me han contado que la entrevista, de cara al público, fue extra-or-di-na-ria, de lo que me alegro tanto. Felicidades a los tres, o sea a los dos protagonistas, y, por supuesto, a Córdoba, que bien se lo merece. Rosa, además, me han dicho que le echó al diálogo mucho corazón, como le pone siempre, a todas las cosas.

La quiero como cosa mía.

O sea, asuntos del corazón. Por ejemplo, Arantxa de Finito, que estaba espectacular la noche esa de las brujas, con un disfraz formidable. La Del Sol, cada día más bella, y hay que reconocerlo. Felicidades, pareja.

Me cuentan que se ha quedado con todas las ganas del mundo de haberse acercado a Córdoba aquella dama que ustedes recuerdan bien porque aquí rodó película en su tiempo. Ella adora a los caballos, también a los caballeros. Les hablo de Sharon Stone, por la que no pasan los años, ni los años ni los amores. Y además lo ha dicho no sé cuántas veces: «El amor me mantiene en pie».

Los Reyes de España estos días estuvieron en La Habana, ¡ay si yo les contara¡ Pero pueden verlo en la hemeroteca, donde está parte, por no decir toda o casi toda, siempre para contarlo después. La foto de don Felipe y doña Letizia al pie del gran retrato del Che Guevara y mi recuerdo, claro que sí, y ya contado hace tantos años de don Ernesto Guevara de la Serna, que me recibió siendo ministro de Economia, ¡qué locura!, que firmaba los billetes de banco cubanos de curso legal con un simple Che. Yo tengo uno. Bueno, pues no quiso que le entrevistara, no le gustaban los periodistas, nada de nada, y además tenía encima de la mesa de su despacho de ministro, en un palacio viejo español, un letrero que decía «Aquí se puede meter la pata, pero no se puede meter la mano».

¡Lo he contado ya tantas veces! Y siempre añado lo mismo: «Quizá habría que hacer un póster para mandarlo a tantos despachos».

Carmen Calvo continúa de vice. Sobrevive, una de las tres, sobre todo para que medie en el conlicto que se espera casi a diario entre la vice de Economía, la Calviño, y don Pablo Iglesias. A ver qué pasa, mis queridos cordobeses.

Don Manuel Díaz, matador de toros, ha estado en París unos días. Me cuentan que en Disneylandia, y con él su bella esposa. Los pequeños le han pedido, lo sé de muy buena tinta, muchos selfies, muchos autógrafos, incluso se atrevió a dar unos pasos de baile flamenco para la prensa francesa.

Recibo, como casi todos los años, el aceite verdadero y directo que me manda el genial maestro Ariza desde sus olivos ancestrales de Baena. Ni gastarlo me gustaría, porque tiene un hermoso color ámbar, pero debe engrasar mis viejos huesos, así que no espero a Nochebuena. A don Pascual Rovira le envío este mensaje, y no es por recordarle los dulces de Rute, que me envía todos los años y que espero no mermen su escaso presupuesto romántico. Como te cuento, mi viejo Pascual, amigo, me vienen a decir, también, lo que el otro día en una reunión íntima en la tan difícil Cataluña comentó el expresidente Montilla, tan cerca pero tan lejos: «¡Si vierais cómo echo de menos mi pueblo de Iznájar! ¡Ay si yo pudiera!». Y no terminó la frase. Pero se le pudo leer en los ojos, donde nadie puede ocultar la gran verdad del corazón. Las raíces no se olvidan.

Y claro que sí, ¿por qué no voy a querer hablar de mi compadre Curro Romero, al que en su día le di personalmente el premio que lleva mi nombre. Se habla de que mi compadre fue una noche a Pasapoga, cuando era la mejor sala de fiestas de Madrid, y quizá de las mejores de Europa, y que allí conoció a una bailarina. Por entonces yo iba mucho, muchísimo con él. Era un señor en toda regla y si tenía que divertirse una noche porque había cortado orejas, pues dónde iba a celebrarlo. Por ejemplo, al Corral de la Morería, que no sé si estaba ya nuestra Blanca del Rey bailando, o a Torres Bermejas o a cualquier lugar donde hubiera buen arte flamenco. En estos días mi compadre cumple, creo, 85, quizá 86, pero que está más señor, en todos los aspectos, que nunca. Y también gracias y un beso a mi casi comadre Carmen.

Ya huele a Navidad, digo yo que es por el frío, pero Córdoba me hace arder la sangre, siempre, quizá por la distancia.