Podría ser roja, la alfombra roja, pero no, que hoy es la alfombra rosa, que ya lo dijo en su día Juan Ramón Jiménez, el poeta de Huelva, al que yo vi agonizar en aquel hospital de la universidad de Río Piedras, en Puerto Rico, a través de una ventana….

-No la toques ya más, que así es la rosa.

Pero lo dicho, que el otro día en la tele, me lo recordó, el maestro Alfredo Amestoy, al que no veía hace mucho tiempo, digo, así cuerpo a cuerpo y que está estupendamente, por cierto. Entre otras razones porque siendo como es puro vasco, se ha venido a vivir, aquí abajo, en Salobreña, donde de paso cuida sus aguacates.

-Bueno, es verdad lo de la rosa, pero no hay que olvidar querido amigo que las rosas sin espinas no son rosas...

Por eso, la alfombra rosa, hoy sí, pero con la espina de la escapada de este mundo nuestro, de Forges, mi viejo amigo de toda la vida que siempre le gustaba irse al sur, y donde tenía tan buenos amigos. Empezamos juntos, y el creció, diariamente hasta convertirse en leyenda viva, y del que tanto hemos aprendido. Desde aquí pido para él que le hagan aunque sea póstumamente, que feo palabro, como poco, académico de la lengua y de la historia, incluso, porque las dos las merece, además de nuestra pena. Y recuerdo que su mujer Pilar, que tanto influyó en su vida, era de Espejo. Aunque hay más historias que contar. Por ejemplo, que en Granada han rendido homenaje, merecido siempre, a nuestro desaparecido García Baena, que sigue más vivo que nunca. Y que no quiero olvidar, según me cuentan desde ahí, que el desayuno de Teresa Rodríguez, de Podemos, fue un éxito, y además lo compruebo ni más ni menos, que en nuestro periódico, que le ha dado la primera y no se cuántas páginas después. Y además, es que es muy guapa y espero que no se enfade porque lo diga, y aquí reúno las palabras necesarias para decir, que ahora que parece ser se está moviendo algo en Podemos, podría ser una muy buena sucesora de Iglesias. Pero sobre todo me parece «verdadera», que eso es lo mejor en este tiempo de la mentira que vivimos. También, quiero que aparezca por favor en el ventanal, el rostro querido y admirado de Chaves Nogales, al que Córdoba ha tenido el brillo y la lealtad de hacerlo noticia de nuevo. Ese gran periodista, del que yo vi su estela en México, tan sevillano que parecía cordobés…. Y perdonen por la interpretación. Es como lo de la reina que he dicho el otro día que no da puntada sin hilo. Porque a la inauguración de la feria Arco, donde hay una extraordinaria presencia cordobesa, por cierto, fue vestida de rojo, color sangre, y el día anterior con capa torera al hombro y vestido de verde olivo, que es nuestro árbol totémico. Concreto yo, hoy. Verde olivo de Córdoba. Como lo de la niña torera, Romero, que ha dejado muy buen sabor de boca, en Madrid. Tiene la elegancia, el valor y el valor de la palabra bien dicha como Séneca.

-El toro no sabe de sexos…..

Olé. Serena y severa al mismo tiempo. Cierta. Le deseo toda la suerte del mundo, criatura.

El rosa, que no nos falte como color inicial del iris, aunque a veces el rosa fuerte, sea ya color sangre que no es lo nuestro, y leo, que ya es tiempo de caracoles. ¡Con lo que le gustaban a Rocío Jurado, a la que cada día echo más de menos, cuando, yo estaba allí, le decía al maestro José Ortega Cano aquello de:

-Vida mía, que si pasas de vuelta por Córdoba, ya sabes donde me puedes comprar de los caracoles que tanto me gustan, pero que tienen que ser de Córdoba. Que nos traeremos a «Yerbabuena», una mujer, que yo conozco del Campo de la Verdad, para que nos los haga.

Y un tema internacional, actual, que igual he contado más de una vez. Siria, vuelve a ser noticia si bien por desgracia en esta ocasión. Perros españoles, héroes nuestros, buscan los niños que aún lloran entre los escombros humeantes de la ciudad de Guta. Culpa también del presidente sirio, aquel al que yo conocí, en Medina Azahara -que es, por cierto, y tomen nota, el verdadero monumento al amor, mucho más y mejor que el del Taj Mahal de la India- me lo presentó, al presidente, digo, el rey emérito… y por eso, rápidamente en cuanto de él escribo, me voy corriendo a lavar las manos, con jabón Lagarto, hecho con aceite de oliva de los de verdad de Baena.

Me quedo con ese rosa de los atardeceres de Córdoba, cuando lo veo desde el vagón del AVE, entre la ciudad califal y Montoro, la capital de la feria del olivo, que en su día y parece que fue ayer, promocionó con un dibujo, ni más ni menos que Forges, que todos los días engrasaba con su viñeta, la vieja máquina de este pueblo aún llamado España.