Economista, investigador, profesor universitario, concejal de Empresa y Turismo por Barcelona en Comú y, sobre todo, vecino del barrio de Esquerra del Eixample. A él le ha tocado bregar con la mayor polémica vivida recientemente en España por la presión del llamado turismo cultural (y no tan cultural) en ciudades monumentales. Anoche participó en un coloquio de Futura, la Asociación para el Progreso y la Modernización de Córdoba, en la sede del IESA-CSIC.<b>-Una ciudad de 1,6 millones de habitantes que recibe 17 millones de turistas al año. ¿Cómo se sobrevive a eso?</b>

-Precisamente por eso, como Ayuntamiento, lo que nos planteamos es cómo gestionar esta situación. Hemos dado un giro desde esa política de promoción a cualquier precio y ahora hablamos de gestión, de cómo somos capaces de reducir el impacto negativo del turismo, sin renunciar a los beneficios, que además queremos que reviertan en la ciudadanía.

-En Córdoba estamos preocupados. No es tan grave la situación como en Barcelona, pero ya los colectivos del distrito Centro piden medidas.

-En cualquier ciudad donde la densidad turística aún sea soportable debería actuarse para que este flujo de turistas sea más asimilable. Una de las grandes luchas que hemos tenido en Barcelona ha sido contra los pisos turísticos ilegales. No es el único, pero es uno de los impactos importantes que genera el turismo negativo. Los pisos turísticos van contra el derecho a la vivienda y si no hay control... Otra cuestión: ¿Cómo repartimos ese turismo por toda la ciudad, empezando por los alojamientos? Hemos hecho un plano hemos decidido no autorizar más alojamientos donde ya está más congestionado. Esa saturación lleva, por ejemplo, al incremento de precios de alquileres, a la expulsión del comercio de proximidad...

-Incluso a la ‘expulsión’ del vecino de su propio barrio ¿no?

-En la gentrificación el turismo no es el único elemento, porque hay muchas rehabilitaciones que se están haciendo con especulación y aumento artificial del precio... En Barcelona no solo se lucha contra los efectos negativos del turismo, sino desde todos los ámbitos: urbanísticos, culturales... Hemos creado un Grupo de Gentrificación para controlar cuestiones como los incrementos de los alquileres o promover pisos de alquiler público.

-A partir de ahora su trabajo va a ser más complicado, ¿no? Lo digo por una de las noticias del día: la ruptura de Barcelona en Comú con el Partido Socialista Catalán en la ciudad.

-Ha sido una decisión democrática de las bases de Barcelona en Comú y hay que respetarla. En Barcelona, y en Cataluña, se vive una situación complicada. Nuestra formación, y nuestra alcaldesa (Ada Colau) en primer lugar, no ha querido favorecer posiciones unilaterales de proclamación de la independencia ni aquellas que consideran que la única forma de enfrentarse a ello sea la represión, como con el artículo 155. Esto nos ha llevado a un dilema ético sobre con quién compartimos gobierno. Sabemos que ésto nos va a traer más trabajo individual.

-Volvamos a Córdoba. ¿Qué le aconseja a los vecinos del Casco Histórico que ya se ven afectados? ¿Tranquilidad, pedir hablar, actuar...?

-Hablar es muy importante. En Barcelona hemos creado el Consejo de Participación Turismo y Ciudad, donde están representadas todas las entidades: vecinales, empresariales, sindicatos, expertos, administraciones... Si el turismo marca la ciudad, toda la ciudad debería hablar y encontrar soluciones entre todos. Porque para un fenómeno complejo como es el turismo, las soluciones no pueden ser fáciles. Es importante hablar, compartir experiencia de otras ciudades y trabajar para que la ciudad sea una ciudad vivida. Por supuesto, una ciudad amigable para quienes nos visitan, pero una ciudad vivida.