Tras una semana de calor especialmente agobiante por el uso obligado de mascarillas, el inesperado chaparrón que cayó del cielo de Córdoba ayer vino literalmente como agua de mayo. La lluvia puso punto final a uno de los mayos más raros de la historia, despojado de toda fiesta popular e inicio de la desescalada, que marcará el antes y el después de la crisis del coronavirus. Esa bendita lluvia sirvió para refrescar levemente el campo, las calles y las cabezas de la gente, quemadas con tanta incertidumbre. Adiós mayo y bienvenido junio.