No, no me equivoco, aunque me equivoco mucho, sobre todo, dados los años, últimamente. He escrito hasta 50 y no he querido decir 40, que es lo que ya es habitual, y es por el cambio climático. O sea, que hasta el cincuenta, o sea, el 20 de mayo, ya mismo, lo mejor es como poco, tener la rebequita cerca, que puede hacernos falta.

Y para empezar, nobleza obliga, bienvenido el presidente de Prensa Ibérica, Javier Moll, que ha venido a visitarnos a casa. Desde lejos, el saludo de este viejo cronista de la vida, que es servidor de ustedes en este sitio todos los domingos desde hace más o menos un cuarto de siglo.

Y además, de este acuse de recibo, me llega, que nunca es tarde si la dicha es buena, el librito, librazo, de los Patios de Córdoba, que es lo que siempre digo cuando quiero buscar casa cordobesa, que tenga patio y donde suene el agua. Porque soy de los que dicen aquello de «nada como la música, saltarina, incluso de chorro, de cuando suena el agua en una fuente de piedra, de mármol, de barro, de hierro verde incluso, como suena el corazón de la tierra...».

Recibo, también, el libro Mortalmente eterna, buen titulazo, de Pilar Redondo, dedicado como siempre cariñosamente. Me ha gustado mucho, mi amiga. Versos cortos, y profundos, metáfora abierta, talante y talento juntos.

Lo de Albert Rivera y Malú no se puede pasar por alto en nuestro domingo, porque en esa historia de amor, espero, Caperucita y el morbo, hay una cosa importante. Dicen las malas-buenas lenguas, que lo primero que le regaló Albert a la niña gaditana fue una guitarra que fue de su tío Paco de Lucía. A Córdoba le importa todo lo que tenga el fulgor de la guitarra.

Y repaso mis notas de esta semana, este domingo, tan político, incluso para votar por encima de los pactos.

Se va a casar, ya mismo, Belén Esteban, que es una boda que ya saben ustedes que a todo el mundo, interesa. No en vano en este país, monárquico, es la princesa del pueblo, según Telecinco. Belén, que ya saben ustedes que de cuando en cuando se pierde o se va a Benidorm, que le gusta tanto, o a nuestra Sierra Morena, donde una pariente tiene casa. ¡Felicidades, niña Belén!

Por cierto, que se me olvidaba, o me se olvidaba, como quieran, se acaba de publicar un libro con la vida de la Malú, bueno, pues ahí se cuenta que en su derredor, le llaman la jefa. Que es siempre un dato, tiene mucha personalidad la gaditana espléndida, mucha personalidad, y por eso es digna de tener en cuenta.

Por la parte que nos toca, decir que hay que decirlo, repetirlo en este caso, que el rey Felipe estuvo en los toros, y en el palco de honor. Gracias señor, porque es como aplaudir la fiesta nacional, y aquí en Córdoba, eso de los toros y los toreros es muy nuestro y mucho que nos ayuda.

Es como el rey Juan Carlos que viene a Granada, aquí cerca, a ver torear a José Tomás. También le damos las gracias.

De Julia Navarro, una buena noticia, que está en marcha, por fin, la serie para la tele de su novela Dime quién soy, que es una frase que podríamos usar los demás, muchas veces. Está al llegar después de muchas dificultades que ha puesto la escritora, que fue gran periodista política.

Se está haciendo mucha y buena publicidad de Zuheros, donde un día me dejé media vida, en aquella casa que me trazó, con tanto gusto, el arquitecto Luca de Tena. Está muy bien, la llamada. Me iría mañana mismo, volvería, que siempre el retorno es bueno, aunque se tengan recuerdos tristes.

Y acudiendo a la memoria, que mi pasado forma parte de mi futuro porque tiro del recuerdo y me sale una ristra, cosa que le ocurre mucho a los viejos, yo entrevisté hace 50 años, por ejemplo, a dos personajes que tienen o tenían nombre de calle en su tiempo. Al conde de Vallellano, en su casa, junto a la casa de Lola Flores en María de Molina, que era entonces ministro de Obras Publicas, y al general Barroso, cuando era ministro del Ejército, y no había perdido su acento cordobés.

Eso sí, decirles que se come muy bien en el restaurante de la casa que fue de Manolete, antes la casa de José Ortega y Gasset.

Que ya saben lo que dijo aquel torero de Córdoba, cuando le dijeron, que había otro Ortega además de don Domingo, torero con el que yo tomaba café algún día, en la calle Eduardo dato de Madrid, y por cierto, que como gastaba menos que Stalin en catecismos, que decía el refrán, siempre tenía servidor que pagar el café cuando dijo: «Un Ortega filósofo dice usted. Es que hay gente pa tó».

Con acento en la o, como Dios manda y acepta la academia de la calle, que también es academia.