«Polvo eres y en polvo te convertirás», se repetía ayer en las parroquias de la diócesis, así como en la Catedral cordobesa, donde por la mañana se celebró una eucaristía presidida por el obispo y concelebrada por el Cabildo catedralicio.

En su homilía, el prelado invitó a los fieles a «volver los ojos a Jesucristo, que muere en la cruz y vence la muerte en la resurrección». Asimismo, instó a comenzar la Cuaresma «con sentido penitencial, con Jesucristo en el centro y con las tres pautas de este tiempo litúrgico: oración, ayuno y limosna».

En el interior de la Catedral todo era silencio y recogimiento, en el exterior la lluvia comenzaba tímidamente a aparecer acompañada de un fuerte viento. Una lluvia que presagiaba lo peor, si bien, por suerte, remitió a primeras horas de la tarde, dando un respiro a la hermandad de la Esperanza, que pudo celebrar su vía crucis desde San Andrés a Santa Marina.

El Señor de las Penas lució sobre una sencilla parihuela exornada con un friso de iris morado y escoltado por cuatro cirios blancos. Un quinteto de la banda de la Esperanza elevaba la primera ofrenda musical, que se fue intercalando con el rezo del vía crucis y las meditaciones de San Juan de Ávila.

El recogimiento, la austeridad y la elegancia fueron la nota característica de este vía crucis que llevó al Señor de las Penas hasta la parroquia de Santa Marina, muy alejado del bullicio en el que cada Domingo de Ramos camina por las calles de la ciudad.

No fue el único vía crucis, pues en la iglesia de San Antonio de Padua los cofrades de la Merced alzaron su voz para acompañar a Jesús Humilde en la Coronación de Espinas. El Señor, dispuesto sobre una parihuela exornada con clavel rojo con un toque de morado, fue recorriendo el interior de la parroquia entre un clímax de absoluto recogimiento en torno a la venerada imagen.

Se cerraba un intenso día para mirar el interior y reflexionar sobre la Pasión de Jesucristo, la misma que en apenas cuarenta días volverá a recorrer las calles de la ciudad.