Para muchos, uno de los mejores cambios que ha impuesto la actual carrera oficial en el entorno monumental es ver cómo la Misericordia desarrolla todo su itinerario en entornos monumentales. Sin bulliciosas avenidas (si se exceptúa Ronda de Isasa, y aún así como marco incomparable del cercano río) nada parece adaptarse mejor a la hermandad del Silencio Blanco, exquisita en sus formas y siempre rigurosa y discreta cuando las muestra en la calle. Por ejemplo, con el pequeño pescaíto de plástico que en homenaje íntimo al pequeño Gabriel Cruz se llevó ayer junto a una trabajadera. El hecho trascendió porque una foto en las redes sociales no dejó de dar vueltas todo el día. Igual de discreta fue la visita, por la mañana, de la alcaldesa de la ciudad, Isabel Ambrosio, como discretamente elegante fue el exorno escogido este año, con iris morado para el paso del Santísimo Cristo de la Misericordia y rosas de color champán para el paso de palio de Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo, La misma discreción, dentro de la filosofía de La Misericordia de recuperación del patrimonio (ya sea de enseres, musical o espiritual) rigió el estreno de este año: la reparación, limpieza y puesta en valor de la bandera de la hermandad y sus bordados, de 1943.