Pocas veces una procesión ha sido tan meticulosamente preparada a sabiendas de que estaría, al final, a merced de toda muestra de pasión, cariño, devoción y... libertad. Y es que la salida extraordinaria de anoche de la Virgen de la Merced desde el que fue antiguo convento mercedario (la actual sede de la Diputación) hacia su barrio del Zumbacón no solo fue un tributo a la orden Mercedaria en el 800 aniversario de su fundación dentro del denso programa que está organizando la hermandad. También marcó un hito más en la vida cofrade cordobesa, sirvió de homenaje a la propia historia de la ciudad, al espíritu mercedario de solidaridad social y a los barrios de Levante, en donde en muchos vecinos despierta pasiones, aunque ayer más que hablar de «despertar» hay que decir que se trasnochó de lo lindo.

El caso es que, tras la misa que presidió el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, la venerada imagen de La Merced que había llegado el día anterior desde San Antonio de Padua, regresaba desde el que fue durante siglos convento mercedario a su iglesia del Zumbacón tras una intensa jornada de visitas en el templo y como cénit del denso programa de actos culturales, religiosos, sociales y devocionales de los 8 siglos de la orden Mercedaria, tan ligada a la historia de Córdoba.

La imagen, sin palio y en un paso cedido para la ocasión por la hermandad del Carmen de San Cayetano, cuajada de nardos y rosas de pitiminí por Rafael Barón y que embriagaban desde decenas de metros, salió del templo en un cortejo tan repleto de hermanos (había muchísimos jóvenes que venían a demostrar el músculo de la hermandad) como de hitos cargados de significado cofrade, espiritual y social. Las marchas escogidas para las cornetas y tambores de Coronación de Espinas, el tributo a San Pedro Nolasco...

U otro ejemplo: el estreno de la marcha Virgen de la Libertad, que la agrupación musical de Cañete de las Torres Tubamirum tocó en Colón tras Virgen de la Merced y Campanilleros. La composición, de Francisco José Cañadas Ruiz y el padre José Antonio Rojas Moriana, incluye una letra en la que participaron reclusos de la Prisión de Córdoba. «Hay una madre bendita que me tiene prisionero», cantaba allí el coro Los Patios. Dicho eso, dicho todo. O mejor no, porque las petaladas, la pasión de los costaleros turnándose, el repertorio musical, los carteles y adornos dispuestos por el grupo joven de la hermandad o las horas de sueño que se quitaron muchos vecinos de Levante también decían mucho en una noche de libre cariño a la Virgen de la Libertad.