El foco cofrade estuvo ayer puesto en dos puntos, por un lado en la anual procesión de la Virgen del Socorro Coronada que un año más volvió a recorrer las calles del popular barrio de San Pedro. Mientras que la novedad estuvo en Capuchinos con la vuelta de la Divina Pastora que, tras diez años de ausencia, regresó a las calles en una procesión de un fuerte arraigo mariano.

Pero vayamos desde el principio. Pasadas las seis y media de la tarde la cruz de guía de la centenaria hermandad del Socorro cruzaba el dintel de la ermita, quedaban pocos minutos para que la Reina de la Plaza se pusiera en la calle como cada último domingo de septiembre. Poco a poco, el característico templete que cobija a la Virgen fue tomando altura y finalmente comenzó su caminar a los sones de la agrupación musical Ecijana (Amueci), que interpretó un escogido repertorio para la Virgen del Socorro que, sin pausa pero sin prisa, fue entrando en el corazón del barrio de San Pedro entre los aplausos y las petaladas que en varias ocasiones cayeron de los balcones.

A los sones de la marcha Rocío cruzó la estrecha calle Escultor Juan de Mesa, sones que la llevaron hasta la plaza de San Pedro, donde la hermandad de la Misericordia le hizo una ofrenda floral. La Virgen lució espléndida exornada en esta ocasión con rosas, nardos y frutos, que por algo es la patrona del mercado central Sánchez Peña. De este modo, la Virgen del Socorro recorrió las principales calles de su barrio buscando la plaza de La Corredera que, un año más, estuvo huérfana del atronador ruido que provocaban los cohetes, una tradición que esperemos que pronto vuelva a recuperarse.

Pero donde sí hubo cohetes fue en la plaza de Capuchinos, y no era para menos, pues la Divina Pastora volvía a las calles diez años después y lo hizo a lo grande, con gusto y elegancia. Las calles estaban engalanadas con distintas pancartas y lemas dedicados: «Viva la Divina Pastora» o «Emperatriz de Capuchinos», así como banderas y colgaduras que embellecieron el caminar de la Virgen por el entorno de Capuchinos.

La cordobesa banda de María Santísima de la Esperanza fue la encargada de poner los sones a esta histórica jornada donde la Divina Pastora volvía a buscar su sitio entre las glorias de la ciudad. En la presidencia, emocionado, se pudo ver al conocido capuchino fray Ricardo de Córdoba, auténtico impulsor de esta hermandad, tanto en su origen como ahora en su regreso.

Estéticamente, la Pastora procesionó en su paso dorado exornado con nardos y claveles, así como un risco de distintas flores y colores cuajado de detalles como mariposas posadas sobre las flores dándole naturalidad al conjunto. En la calle todo fue explosión de color: las marchas, la puesta en escena, así como las distintas petaladas que desde balcones y azoteas sorprendieron a la comitiva en su recorrido. Emotiva fue la llegada de la Pastora al convento del Císter, donde los esclavos de la eucaristía entonaron la Salve, un momento de recogimiento que se volvió a vivir poco después a la llegada de la Divina Pastora al cercano convento de las Capuchinas.

Momentos para el recuerdo, tanto en la plaza de Capuchinos como en el castizo barrio de San Pedro, alrededor de estas imágenes marianas que hicieron ayer vivir a los devotos y cofrades que las contemplaron una intensa tarde de gloria.