Aún con el buen sabor de boca de la Magna Nazarena, la Córdoba cofrade se dio cita ayer en otra intensa jornada en torno a las cofradías de la ciudad.

A las seis de la tarde todo estaba listo en Capuchinos para presenciar la salida de la Divina Pastora. La corporación Capuchina volvió a dar lecciones de cómo mimar a una devoción en una procesión que estuvo marcada por el recuerdo a fray Ricardo de Córdoba, auténtico impulsor de esta hermandad. La emoción no se pudo contener cuando en la misma plaza sonó la marcha El cielo de Capuchinos, interpretada por la banda de música de la Esperanza, marcha que los hermanos de la Pastora le han dedicado a la memoria del fallecido capuchino. No fue la única vez que sonó, ya que en la calle Burell, donde vivió la madre de fray Ricardo, se volvió a tocar mientras una intensa petalada cayó desde los balcones de la que fuera su casa.

Poco antes, San Lorenzo se rindió a la Virgen de la Victoria, titular de la hermandad de la Borriquita. La Virgen recorrió las calles del barrio acompañada musicalmente de la banda de la Inmaculada de Linares.

En esta intensa tarde también procesionaron dos cruces. Concretamente la de los grupos jóvenes de la hermandad de Pasión y la del Cristo de Gracia. La primera con el acompañamiento musical de la banda de cornetas y tambores de la Coronación de Espinas mientras que la segunda fue acompañada por la Agrupación musical de su hermandad.

El sonido de las cornetas y el de la banda de música se unieron en el cielo con los cantos rocieros que acompañaron al simpecado de la hermandad del Rocío de Córdoba en su rosario vespertino, que este año se dirigió hacia la parroquia de San Andrés.

Ya con la Divina Pastora de vuelta en Capuchinos y la Virgen de la Victoria cerca de San Lorenzo, en la capilla de Jesús Nazareno se elevaron los rezos hacia María Santísima Nazarena, que recorrió las calles con elegancia en rosario vespertino. Se cerraba una intensa jornada cofrade que sin duda continuará hoy con la Virgen del Socorro.