Poco después de las ocho de la tarde la popular Virgen del Tránsito comenzó su anual peregrinar por las calles del barrio de san Basilio en dirección a la Catedral.

Un año más, como cada 15 de agosto, el sueño eterno de la Virgen se reencontraba con la ciudad en el día glorioso de la Asunción de la Virgen María a los cielos.

Pero la celebración de esta importante festividad comenzó a primeras horas de la mañana y no en el barrio de san Basilio, sino en el Parque Figueroa donde la «patrona» del barrio, la Virgen de la Asunción, inició su procesión por las calles de la popular barriada cordobesa.

La Virgen, en un pequeño paso exornado con flor blanca y portado a costaleros, caminó por las calles del barrio a los sones de la banda de música de Santa Cecilia de la localidad cordobesa de Montoro haciendo parada en la residencia de ancianos del Parque Figueroa, donde se vivieron emotivos momentos. La procesión concluyó en la parroquia que lleva su nombre poco antes del mediodía, momento en el que dio comienzo la eucaristía.

Este fue sin duda el mejor preámbulo para una tarde donde la Virgen del Tránsito volvió a acaparar las miradas de los cofrades, vecinos y turistas que con asombro fotografiaban una y otra vez el paso de la Virgen.

ESTAMPAS POPULARES

Fue en el barrio de San Basilio donde la procesión dejó estampas en las que parece que el tiempo se detiene y donde la característica urna dorada que cobija a la delicada imagen de la Virgen del Tránsito recortada en la cal de las casas del viejo barrio es seña inconfundible del verano cordobés.

Una urna que poco tiempo después de pasar por san Basilio estaba en la Catedral. Así con el redoble de las campanas del templo mayor el paso de la Virgen hacía su entrada por la Puerta de las Palmas mientras la banda de Tubamirum de Cañete de las Torres entonaba la Marcha Real.

Tras unos minutos en el interior de la Mezquita-Catedral el cortejo retornó hacia la iglesia de san Basilio. En este momento se abrieron las puertas de la Catedral, el paso de la Virgen quedó enmarcado en el Arco de Bendiciones, el cortejo poco a poco ocupaba el Patio de los Naranjos. Sonaba la marcha Triunfal mientras el suave olor a nardos del paso de la Virgen del Tránsito mezclado con el incienso perfumaba el caluroso ambiente.

Lentamente iba cayendo la noche, el calor dejaba de ser un inconveniente y el cortejo de la hermandad del Tránsito ya se encaminaba a su templo con la satisfacción del deber cumplido al haber mostrado a la ciudad una vez más el eterno sueño de la Virgen de agosto.