Hay asuntos cofrades que más allá de su importancia en el mundo de las hermandades trascienden y se convierten en cuestión de ciudad. O al menos, de calado personal para miles de cordobeses. Sin ir más lejos: recuerden la decisión el año pasado de trasladar la carrera oficial al entorno de la Mezquita-Catedral, el impacto que tuvo en San Agustín el retorno de Las Angustias...

Pues bien, también es algo más que un tema cofrade la decisión de la hermandad de El Rescatado de volver a cambiar, en la Semana Santa de este año, el orden de sus pasos, una precesión que se alteró hace tres décadas como caso único en Córdoba. Además, insta a los miles de devotos del Señor de Córdoba a procesionar como nazarenos, a seguir la procesión detrás de la Virgen de la Amargura o, días antes, el 23 de marzo, aprovechar para manifestar su tributo a El Rescatado en su vía crucis. Hablamos de una decisión que afecta a miles de devotos, tomada por una histórica cofradía que, como todas, es responsable y consecuente de sus acuerdos tanto para lo bueno como para lo malo.

De hecho, en cierta forma la polémica actual no es más que el fruto del éxito de la hermandad del Señor de Córdoba, que ha sabido a través de los tiempos hacer partícipe al pueblo de Córdoba de su devoción.

«Me acuerdo que mi padre me llevó. Yo era muy niña, y esperamos horas para seguir a El Rescatado. Mi padre casi se peleó por seguirlo porque tenía promesa por la enfermedad que tuve de chica», decía ayer Consuelo Fernández, para el que el asunto no es, ni mucho menos, algo trivial. Sus declaraciones recuerdan que hay que tomarse muy en serio (y sobre todo, con mucho respeto) cualquier opinión a favor o en contra sobre la decisión que tomó la hermandad del Rescatado. Como mínimo, con la misma exquisita cortesía con la que viene comunicando sus decisiones al respecto la cofradía.

Propiedad real y emocional

Sin embargo, en el fondo de la polémica de El Rescatado hay todo un fenómeno antropológico, que no es nuevo: ¿en qué momento un referente del patrimonio histórico, artístico, cultural o emocional de Córdoba deja de ser únicamente titularidad de su legítimo dueño? ¿A qué obliga eso a sus responsables directos?

Así, el pasado domingo, cuando trascendió la noticia, las redes ardieron, especialmente en los perfiles cofrades con una mayoría que, generalizando mucho, apoyaban la decisión de la hermandad de El Rescatado, junto a otros comentarios no cofrades (también generalizando muchísimo) en minoría y contrarios.

Sin embargo, fuera de internet, en el mundo real, Alejandro Gallardo, ayer al mediodía a cargo de la tienda Todocofrade, en la propia plaza del Rescatado-Cristo de Gracia-El Alpargate, sin criticar directamente la decisión manifestaba sus dudas: «Es una tradición de muchos años y cargársela... podría ser un error».

Algo «complicadillo»

«Va a ser complicadillo», decía la vecina de la zona María Luisa Rodríguez, sintetizando con cuatro palabras cómo la decisión de la hermandad choca con una devoción, repleta de pasión, que podría ser motivo de algún incidente el próximo Domingo de Ramos. Un aviso para navegantes.

Su marido, Valeriano Cassani, apunta a otras cuestiones relacionadas con la decisión, consecuencias del acuerdo de los hermanos mayores de trasladar la carrera oficial al entorno de la Mezquita-Catedral. Así, afirma que «se rompe una tradición de muchos años. Pero evidentemente, prima la seguridad». Más aún cuando «hay más gente, más turismo, hay sitios que auténticamente dan miedo... eso de callejear románticamente en Semana Santa ya es cosa del pasado».

Menos locuaz pero más irónico se mostraba en la taberna Yasenna, a pocos metros del templo trinitario, Tomás Sánchez: «No digo nada y lo digo todo, como en tantas cosas la pela es la pela», afirmaba poco antes de enzarzarse, con no pocos argumentos, en una de las múltiples discusiones que ayer se prodigaban en Levante.

Otra faceta del dicho catalán de que la pela es la pela son las numerosas opiniones, especialmente en redes sociales, que han recordado los muchos esfuerzos económicos que hace la cofradía y la conveniencia de que los devotos se unan a este proyecto. No son argumentos nuevos ni despreciables.

En todo caso, tan falso es decir que ayer las masas de devotos intentaban tomar armadas el convento trinitario entre cargas policiales como afirmar que la noticia dejó insensibles a miles de corazones . Y en medio, todo un repertorio de sentimientos religiosos y populares tan coincidentes como en ocasiones enfrentados.

Aunque no para todos en esta ciudad sobrada de pasiones devocionales. Saliendo del supermercado de la plaza de El Alpargate, un parroquiano al que se le preguntó por la polémica del Rescatado contestaba, con una cierta sonrisa de cariñosa ironía: «Bueno... Yo es que soy del Esparraguero».

Y claro, esa es otra historia. Otra pasión.