La triunfal procesión que trajo de regreso a su santuario a la Virgen de la Fuensanta fue sin duda la mejor antesala al intenso día que se vivió ayer en torno a la figura de la Virgen María. Miles de fieles se acercaron a lo largo de todo el día al santuario de la Fuensanta para venerar a la auténtica protagonista de la fiesta. Durante la jornada se sucedieron las misas y por la tarde dio comienzo la novena, que se prolongará hasta el día 16 de septiembre.

Pero este día tan señalado en la ciudad es el que distintas cofradías han escogido para celebrar los actos en torno a sus titulares marianas. Así, la hermandad de Nuestra Señora de Villaviciosa rezó el ángelus a las 12 de la mañana en la parroquia de San Lorenzo con motivo de la Natividad de María, mientras que por la tarde celebró fiesta de regla como preparación a la salida procesional que tendrá lugar hoy a partir de las 19.30 horas.

Otra de las grandes devociones de la ciudad, Nuestra Señora del Socorro coronada, estuvo expuesta a la veneración de los fieles en solemne besamanos. La recoleta ermita donde recibe culto la imagen se convirtió en un salón del trono para la Virgen del Socorro.

También, y como colofón al triduo que se ha venido celebrando en el santuario de María Auxiliadora, la Virgen de la Piedad estuvo expuesta en besamanos. La imagen lució ante el impresionante altar montado por la priostía para celebrar dicho triduo. Cientos de fieles pasaron ante la dolorosa de la hermandad del Prendimiento.

En este día también tuvo cabida el rezo del rosario. Por la mañana, la hermandad de la Estrella celebró el rosario de la aurora de Nuestra Señora de la Estrella, que recorrió las calles aledañas a la parroquia de San Fernando.

Por la tarde, estaba previsto el rosario vespertino de María Santísima Nazarena, un acto que la lluvia impidió que se realizara por las calles, celebrándose así en la intimidad de la capilla de Jesús Nazareno. Poco antes, en San Antonio de Padua se inició la sabatina en honor de la Virgen de la Merced. Se cerraba de este modo un intenso día gris en la calle, pero desbordante de color y calor devocional en el interior de los templos.