La devoción a una imagen titular se puede expresar de muchas formas, hay quien la acompaña vestido de nazareno, quien le lleva flores, quien siente el peso de la devoción como costalero o quien se la tatúa en la piel para la eternidad.

«Siempre los llevo conmigo y me los he tatuado en la piel para que no se borren nunca», dice José David Ramos, un costalero de la Virgen de la Merced, mientras, Miguel Ángel Arroyo, el tatuador, mete tinta negra en la piel de su brazo derecho para crear la imagen de Nuestro Padre Jesús Humilde en la Coronación de Espinas, un poco más abajo está ubicado otro tatuaje con la Virgen de la Merced que cubre parte de su brazo.

Miguel Ángel Arroyo González llega al mundo del tatuaje tras pasar por el de pintor, dibujante y tallista. Sus tatuajes son claros ejemplos de su perfecto manejo del dibujo. «La base es una buena foto» señala el tatuador, mientras sigue inyectando tinta negra en la piel de José David. Poco a poco, el Señor de la Coronación va quedando impreso en el brazo. Miguel Ángel señala que detrás de cada tatuaje siempre hay una historia, en el tatuaje cofrade también. Por sus manos han pasado decenas de cofrades vinculados, en su mayoría, al costal o a las bandas, por sus oídos han pasado muchas historias. De ahí que a veces el tatuador ejerce de psicólogo espontáneo. Su estudio, situado en la avenida de la Viñuela, 24, se convierte en un confesionario, «porque las personas tienden a abrirse y contarte su historia».

El especialista señala que un tatuaje se puede concluir en un par de sesiones de varias horas. Lo primero es hacer un dibujo sobre la foto, se trazan las líneas indicativas con una impresora termocopiadora, se fija a la piel y ya se empieza a tatuar.

Tras varias horas de trabajo, la imagen quedará impresa en la piel rubricando para siempre la eterna devoción.