La importancia de la cultura, la educación y el patrimonio atesorado desde hace cerca de tres siglos y medio en las paredes de este centro, no estuvo determinada sólo porque así el presbítero Luis Aguilar y Eslava lo determinase, vía testamento, fundando un colegio para que estudiantes pobres, virtuosos y sabios de la gramática de la villa de Cabra aprendiesen Artes y Teología, sino porque en este tiempo todos los que vivieron en lo que hasta hace poco se denominaba «ciudad de provincias», fueron conscientes de que este tesoro serviría para el enriquecimiento intelectual de muchas generaciones.