Aquellos docentes y sus familias que vieron arruinadas sus vidas por sólo tener unas creencias y unas ideas, verán al menos restituido su honor cuando dentro de unos meses el colegio Ángel Cruz Rueda deje de llevar el nombre de aquel que incluso siendo compañero de profesores y maestros, no dudó en ningún momento en mancillarlos. No importa que hayan pasado algo más de siete décadas para curar las heridas y el dolor causados en unos profesionales de la Educación para que esa profesión y un centro donde se instruye a menores tenga que seguir soportando a quien desde su posición reprimió a todo un colectivo que pensaba de forma diferente. Al menos ya, en esto, nos vamos acercando a aquellos países que al finalizar la Segunda Guerra Mundial no pensaron en ningún momento en rotular centros con el nombre de quienes liquidaron a pueblos como el judío, entre otros.