Aún quedan terroristas del Daesh entre la población iraquí. Sin embargo, el escenario que se encontrarán a finales de año las tropas de la Guzmán el Bueno X en Irak poco tendrá que ver con hace apenas un año, cuando los yihadistas campaban a sus anchas por el norte del país en lo que venían a llamar el Califato. El 29 de junio del 2014, el autoproclamado califa Abu Bakr el Bagdadí ponía en jaque a la comunidad internacional declarando la autoría de este bastión avispero del Estado Islámico entre Irak y Siria. Tres años después, con la toma de Mosul, se daba por liquidada la misión. «En realidad, la primera fase de la misión», relata el coronel Carlos Prada Larrea, que será el jefe del próximo contingente español en Besmayah con tropas cordobesas y procedentes del País Vasco.

Los soldados de Cerro Muriano no pisarán el suelo iraquí más allá de los límites de la base militar de Besmayah, a unos 30 kilómetros al sureste de la capital, Bagdad. No habrá escapadas a la capital, como los últimos que salieron de misión a Letonia con la OTAN, ni podrán comprar recuerdos ni anillos a sus parejas como hicieron por el corredor cristiano en Líbano, ataviados con la gorra azul de Naciones Unidas. «En Irak no habrá movimientos terrestres», añade. Solo viajes en helicópteros Chinook y Cougar de las Famet, y por primera vez a las órdenes de una mujer, la comandante gaditana Cala Gallego.

Regreso de Irak

El coronel Prada está recién llegado de la base española Gran Capitán. Ha estado diez días reunido con sus compañeros del octavo contingente de la Brigada Paracaidista, otros tantos por Córdoba y le queda una semana más para el ejercicio de integración y evaluación definitivo en Chinchilla, a primeros de octubre, previo a la concentración final en el acuartelamiento Soyeche, en Mungía (Vizcaya), donde permanecerán las tropas de la Brigada Guzmán el Bueno X los días previos al despliegue. Este es el calendario de la última fase de preparación 4+2. En Irak les aguardan 447 militares y guardias civiles españoles que llevan seis meses a 50 grados con ganas de volver a casa.

El coronel Prada, jefe del contingente a Irak, frente a la sala Gran Capitán en la base de Cerro Muriano. foto R. ROMERO

La novena rotación es la suya. Tropas de la Brigada X serán dirigidas por primera vez por un coronel que tiene su base de operaciones fuera de Cerro Muriano, el jefe del Regimiento Garellano 45, el último en incorporarse a la brigada cordobesa tras la última reestructuración del Ejército de Tierra. Estos días ha aprovechado para visitar a su jefe, el general Aroldo Lázaro y a los 200 militares que tendrá a sus órdenes en la misión Inherent Resolve de adiestramiento de tropas para el ejército iraquí. Los otros 200 que completan el contingente terrestre serán del norte. «Allí lo que haremos es formar dos brigadas a la vez, una para la policía federal y otra para su ejército», explica en la sala Gran Capitán de la base cordobesa. De hecho, el método Besmayah, como le llaman aquí a la instrucción que ofrecen las tropas españolas, «es un modelo y referente» para la coalición internacional.

Desde 2014, España lidera el centro de adiestramiento de tropas más importante de Irak. «Llevamos unos 26.000 iraquíes desde entonces, no está mal; somos el referente en la formación».

Fase final en Mungía

El coronel Prada tomó el mando de los bizarros del Garellano 45 a primeros del 2017. Llegó después de cinco años al frente del grupo de escoltas de la Guardia Real en Madrid y, gracias a la integración de su unidad en la Guzmán el Bueno X, «podemos salir en misión al exterior después de muchos años, por razones obvias, que no pudimos». Esas razones eran los terroristas de ETA y estar acuartelados desde 1981 en pleno corazón del País Vasco, a escasos kilómetros de Bilbao. «Ahora, afortunadamente, la situación es otra y (la convocatoria entre las tropas de su unidad, mayoritariamente de Cantabria y Asturias) ha sido un éxito rotundo», cuenta. Ya lo fue en la última misión en Líbano en 2017, cuando 38 militares de su regimiento se integraron con las tropas de Cerro Muriano, por primera vez en Líbano.

Entre finales de agosto y primeros de septiembre, recibió las últimas instrucciones sobre el terreno en Besmayah. «Lo que llama allí la atención es que llegamos en pleno verano suyo con 50 grados de temperatura. A lo mejor para un soldado de Córdoba..., nos dijeron que era un verano suave. Nosotros desplegaremos en invierno, y nuestro enemigo será la lluvia y el barro, porque allí el terreno no filtra bien», añade. De todos modos, el invierno de Besmayah equivale a temperaturas entre 8 y 30 grados.

Durante los próximos seis meses de misión, las tropas españolas trabajarán codo a codo con militares iraquíes, portugueses, estadounidenses y británicos. Todo el trabajo se hará en un complejo militar «igual que el de San Gregorio» en Zaragoza --«me recuerda mucho por su terreno desértico»-- en dobles sesiones de mañana y tarde. A primera hora, instrucción de tropas, por la tarde, enseñanza individualizada de especialidades y materiales. «Una de las complejidades, aparte del idioma, será adiestrar a las tropas con materiales americanos». De hecho, los especialistas españoles han tenido que aprender todo sobre este armamento que Estados Unidos (vehículos y armas) pone a disposición de cada una de las brigadas que se forman cada seis meses. «Allí hay gente que viene con experiencia de combate y muchos de nosotros no tenemos, pero evidentemente tenemos mucho que aportar». Por ejemplo, antes de la famosa toma de Mosul, mientras el resto de países de la coalición internacional contra el yihadismo, integrada por 60 estados, participaban en mayor o menor medida en acciones de combate contra el Daesh, amparados por la ONU y OTAN, las tropas españolas adiestraban a esas brigadas iraquíes que participarían después en esa victoria clave que echó a los terroristas. «Eso es una satisfacción y un reconocimiento para nosotros». Eso es el orgullo de Besmayah.