Generaron revuelo las palabras de Emilio Vega en Huesca, la pasada semana. Y quizás, las ganas de saltarle a la yugular de no pocos taparon lo que había debajo de la corteza. Hace un año, se analizó desde aquí la temporada recién terminada en Girona. Se criticó la plantilla que se confeccionó en el verano del 2015; se avisó, con el liderato temporal en el bolsillo, de los problemas que habría para entrar en las eliminatorias de ascenso; también, de la necesidad de reforzar en enero, y se evaluó, finalmente, la temporada como un fracaso. Sin embargo, desde el club, empezando por Oltra y terminando por el propio Vega, se calificó aquella como una temporada sobresaliente.

Vega pronunció esas palabras poniendo en un crisol el metal del que está hecho el que fue su presidente. El crisol es José Antonio Martín Otín Petón, dueño de Bahía, jugador que fue del Huesca, Zaragoza o Alcorcón, entre otros y actual presidente del club del Alto Aragón. Para colmo, el bagaje cultural de Petón es notorio, de ahí que Vega, cuando su interlocutor le expuso la diferencia entre su actual presidente y el anterior dijera lo que dijo. Palabras que hubieran tenido más peso si las hubiera pronunciado en su marcha, que es lo que le afean ahora, no sin razón. No valen como excusa las famosas cláusulas de confidencialidad.

¿Es necesario que un dirigente sepa de fútbol? ¿No es mejor que pelee por rodearse de los mejores profesionales que la economía del club pueda permitirse? Clubs modélicos en su gestión tienen presidentes o dueños que no sólo no presumen de estar metidos en el mundillo sino que renuncian a hacerlo. Entienden que no les corresponde.

Es notorio que desde hace un lustro ciertos cargos en el Córdoba no son sino escudos que se presentan de cara al exterior para lo que la propiedad haga y deshaga. Y Vega, por más que sus defensores lo negaran cuando llegó, no iba a ser diferente. Y no lo fue. Desde el inicio ocurrió lo de casi siempre, la eterna pregunta en los últimos años: ¿A éste quién lo ha fichado? Una interrogante obligada ante quien no para de influir y decidir en todos los movimientos del club. El autoproclamado «verdadera estrella del Córdoba», de puertas para adentro eso sí, ha necesitado siempre tener a esas personas cerca para cuando han surgido los problemas. Así, decidiendo una parte o, como mucho, lo que les han dejado, han tenido que asumir absolutamente todas las responsabilidades. Cuando llegaron los éxitos... la cosa fue diferente, muy diferente. Aunque a estas alturas, las épocas de éxitos se pierden en la memoria.

Vega se convirtió en un grano en salva sea la parte porque oficialmente abrazaba el discurso del club, pero extraoficialmente iba soltando a sus más allegados perlas a grabadora apagada, confirmando casi siempre lo que ocurría, lo que se intuía o lo que directamente se sabía, de ahí que la campaña desde dentro del club contra el entonces director deportivo fuera progresivamente en aumento. Por lo tanto, lo que que toca es, directamente, que la propiedad tome oficialmente la dirección deportiva. En realidad, es el segundo motivo por el que compró el Córdoba CF. Y evitaría otro vía crucis, en esta ocasión a Álex Gómez. Además, cumpliría de una vez la palabra dada, aunque haya sido de nuevo de puertas para adentro, unos días después de la marcha del berciano: «La plantilla de la próxima temporada la hago yo». Y sería la primera vez que todos tendrían claro quién sería el único y directo responsable. Para bien o para mal. Aunque incluso cayendo a Segunda B, aún seguiremos haciéndonos la misma pregunta de todos los años y algunos, sólo algunos, mirarán al responsable nombrado por el club.