El Córdoba logró el pasado domingo su primera victoria en El Arcángel desde diciembre del pasado 2018. Derrotó al Mallorca gracias a que, utilizando palabras de su entrenador Rafa Navarro, se hicieron «muchas cosas bien». Es cierto, se dio «imagen de equipo», pero el Córdoba volvió a sufrir de problemas en defensa que llevan lastrando su rendimiento durante toda la temporada, y que tienen que ser resueltos con trabajo y concentración.

El trabajo sin balón

El equipo blanquiverde realizó una mejor presión al rival que en partidos anteriores, trabajando de forma más efectiva sin balón gracias, en buena parte, a que las líneas estuvieron más juntas que en el partido de Cádiz y, especialmente, que en el duelo de Almendralejo ante el Extremadura. El técnico Rafa Navarro consiguió que sus jugadores defendieran en pocos metros.

La labor de los extremos

Los dos delanteros, Andrés Martín y Piovaccari, llegaban a estar en campo propio mientras Jaime Romero y De las Cuevas apoyaban a sus laterales y protegían las subidas de los laterales del Mallorca. Mención aparte requiere la decisión de Navarro de colocar a De las Cuevas en banda izquierda y a Romero en la derecha, donde se temía la entrada de Lago Júnior y Estupiñán, lo que generaba una necesidad de trabajo extra que el manchego podía asumir pero no el alicantino, que acabó más entero el partido y logró un golazo formidable.

Salida fulgurante

Pero ordenando el partido desde un punto de vista cronológico, lo primero a destacar debe ser la salida fulgurante del Córdoba, que en los primeros minutos fue capaz de someter al Mallorca y encerrarle en su área. Lo hizo liderado por un Andrés Martín nuevamente notable, que asistió a Piovaccari en el 1-0 y provocó un penalti fallado por De las Cuevas. Todo ello en 38 minutos. El joven de Aguadulce tuvo que ser sustituido en el minuto 79 con problemas en los gemelos. Porque no solo es eléctrico y decisivo en ataque, sino que además aporta, y mucho, en la presión, la brega y la lucha en el centro del campo, adonde recula cuando el rival aprieta para apoyar a los volantes.

El Córdoba se iba al descanso ganando 1-0, pero con el recuerdo de anteriores partidos cuando, aún poniéndose por delante en el marcador, acababa perdiendo. Albacete, Granada, Sporting, muchas imágenes comenzaron a pasar por la cabeza de los aficionados y, tal vez, de los futbolistas blanquiverdes, que dieron un importante bajón físico a partir del minuto 60, coincidiendo con el gol de Aridai, que aprovechó un buen servicio de Lago Júnior y el primer error en las marcas de la zaga cordobesista.

A pesar de los fantasmas de anteriores remontadas en contra, del mal recuerdo del penalti desperdiciado por De las Cuevas y de ver a un Mallorca cada vez más fuerte ante la debilidad de piernas del Córdoba, este acabó por levantarse, resarcirse de derrotas anteriores y marcar dos tantos más que hacen creer en lo que hasta hace una semana parecía imposible.

El 2-1 y el 3-1 tuvieron como denominador común que llegaron desde la banda izquierda. En el primer caso fue un centro de Menéndez, rematado por Piovaccari, que estaba tan en fuera de juego como lo estuvo Lago Júnior en el tanto del empate bermellón. En el segundo caso, De las Cuevas se sacó un zapatazo desde la frontal que besó la escuadra y limpió su mente de lo ocurrido en la primera parte.

Con todo de cara para que se viviera una nueva victoria en El Arcángel, tres meses después, incluso un final de partido tranquilo, los blanquiverdes, con su miedo, su falta de fortaleza anímica y sus dudas en defensa, acabaron por regalar el 3-2 del Mallorca -autogol de Menéndez- y por hacer sufrir a la parroquia cordobesista, que es consciente, de todos modos, de que habrá que sudar, y mucho, cada victoria necesaria de aquí al término de la temporada.