Con el Córdoba a siete puntos de la permanencia y el desafío de tener que cuajar una segunda vuelta de competición de ascenso para poder salvarse, el club se mueve entre turbulencias. Raro es el día en el que no se escribe un episodio más a un folletín incombustible

¡Más madera! Escuchar a Carlos González en el salón de actos de El Arcángel recordaba a Groucho Marx, desencajado, exigiendo más combustible para que la locomotora aumentase su velocidad, sin reparar en el final de la vía, la Segunda B, y sin caer en que, en este caso, los pasajeros --aficionados, ciudad, etcétera-- sí son conscientes de la locura. La vehemencia con la que se desenvolvió González recordaba a la misma que puso cuando hablaba de la ciudad deportiva, de los gobiernos locales que ha habido bajo su mandato en el club, del caso Sebas Moyano o de las diferentes empresas de mantenimiento del césped. Es su verdad y, al igual que en esos y otros encontronazos, hasta que su señoría no dictamine no se sabrá si es la verdad. Pero mientras tanto, ese ferrocarril tiene más pinta de convertirse en el tren de la bruja --como casi siempre-- que en el Orient Express prometido --como casi siempre--; un viaje, por desgracia, que no es desconocido, aunque en esta ocasión se atisba el final de la vía y el puente no está construido. O se ha dinamitado.

El 20 de diciembre la edición digital de este periódico anunciaba la firma del contrato de arras entre Aglomerados Córdoba y Azaveco para la compra del paquete mayoritario de acciones del Córdoba a Azaveco por valor de 8,5 millones. Evidentemente, un club no vale lo mismo en junio que en enero. Si Petón quisiera vender el Huesca, por ejemplo, tiene claro que el pasado verano el club del Alto Aragón tenía un precio y, ahora mismo, tiene otro muy diferente, ya que por estadística (los últimos 16 campeones de invierno han ascendido) el que quiera comprarlo está adquiriendo un club casi en Primera. En el caso contrario se sitúa el Córdoba, que en la actualidad tiene un pie y medio en Segunda B, por lo que la premura en la operación era vital. Aglomerados Córdoba necesitaba el retracto de Prasa sobre la operación y la constructora lo dio el 28 de diciembre, aunque a Azaveco no le llegó hasta el 29. A esas horas se agarró González para señalar que la única posibilidad de venta era ya el 22 de enero, pero el verdadero problema para él fue Oliver, confirmado ese temor por el navarro en la rueda de prensa del 10 de enero, cuando se refirió al hijo de González como «el niño» y avisó del horizonte «civil, penal y militar» si no se firmaba antes del 22 de enero. Quien conociera a González sabía que esas palabras públicas de Oliver no le saldrían gratis. Ese 10 de enero, González y su equipo aducen que Aglomerados Córdoba pretende engañarles o, como mínimo, no cumplen varias de las estipulaciones del contrato de arras del 20 de diciembre. Aglomerados asegura que no es cierto lo que dice González, que la pignoración o derecho de prenda futura sólo se activa después de pagarle los cinco millones (antes del 31 de julio), pero el aún máximo accionista desconfía y, como entiende que el contrato está incumplido, pone nuevas condiciones: León debe avalar con su patrimonio personal la operación. En la edición de este periódico de ayer el montoreño, en su enésimo intento de hacerse con el club y, lo que es más difícil incluso, no romper lazos con González, le dice que está dispuesto, pero éste niega ya la mayor y da por rota la posibilidad de que León y Oliver entren en el club. Seguirá en el Córdoba hasta junio, con la misma plantilla. Hace tres años negaba, también con vehemencia, que se pudiera ampliar capital para aumentar el límite salarial deportivo. En este proceso de venta ha admitido que sí se puede hacer, pero que no está en esas. La plantilla que ha sumado 16 puntos en 21 encuentros deberá sumar más del doble en el mismo número de partidos. Muchos aficionados apuntaron ayer en las redes sociales a un futuro de pesimismo sobre lo que pueda ocurrir los próximos meses en El Arcángel. Paralelamente, durante ese tiempo, eso sí, con la misma vehemencia, el horizonte judicial parece que puede ser una realidad. Y ante este panorama, los incumplimientos, las mentiras y los errores continúan siendo patrimonio de los demás. El proceso de venta no ha acabado. En realidad, no ha hecho nada más que comenzar. Lo demás no importa.