Si todo va por donde parece que va a ir, la Segunda B de la próxima temporada va a tener más trampas que la selva vietnamita. Y el Córdoba CF será, si su embarullada situación institucional se lo permite, uno de esos cien vecinos de una categoría devaluada y sumidero de ilusiones para quien no sea capaz de largarse pronto de aquí. Esa es la idea del club blanquiverde, cuyos nuevos propietarios tienen asumido que habrá déficit sí o sí porque el Córdoba está en este campeonato "de manera transitoria", como dejó dicho Javier González Calvo en su última comparecencia. Hay que pensar así por higiene mental. No conviene darle demasiadas vueltas a si lo merecemos o no.

El timonel de Infinity en El Arcángel ha ganado un partido clave: transmite confianza y es un quitamiedos en la película de terror que ha sido el Córdoba en los últimos meses. Impagos, plantes, un presidente detenido, una guerra de querellas entre los anteriores propietarios... y, para rematarlo todo, un final deportivo digno de los mejores dramas. Dos derrotas consecutivas en El Arcángel -el reino ultrajado- frente a un Algeciras que era un guiñapo en los viajes y un Cartagena que era adversario directo. Tan directo que sacó al Córdoba del play off y se puso líder, con lo que mantiene un billete para ascender. Unos días después, se paralizó la competición y hasta hoy. El Córdoba fichó a un entrenador nuevo, Juan Sabas, el tercero del curso, pero ni le dio tiempo a estrenarse.

Seamos claros. El fútbol ha perdido peso en nuestras vidas. Y lo peor que le puede pasar es se quede, finalmente, en un triste once contra once. Sin nadie que cante los goles ni pague los abonos. El Córdoba está en el peor sitio y en el peor momento. Todo puede ir a mejor.