Los aficionados se frotan los ojos. Vuelve Piovaccari, el tanque de Gallarate, con la misión de rescatar al Córdoba en una situación crítica en su historia. El verano pasado, después de un descenso ganado a pulso por incompetencia global, el italiano fue uno de los pocos indultados por el cordobesismo: su talante luchador, su compromiso y sus goles le sirvieron para construirse una buena reputación para una hinchada siempre exigente. Ahora retorna entre aplausos y con la admiración de quienes valoran su persistencia en ayudar a un Córdoba que, definitivamente, es el equipo de su vida.

Pío, que llegó el verano pasado a la entidad blanquiverde con un contrato muy modesto y después de haber pasado por el equipo de parados de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), se reivindicó a su estilo. Fue el máximo goleador del Córdoba en la última campaña y se le presentaron ofertas después del batacazo. El Rayo Vallecano se lo llevó y en el Córdoba se resignaron. Qué remedio. El ariete llegó libre para firmar por la entidad madrileña hasta 2020 y en Vallecas encontró como compañero a Andrés Martín, con el que formó la delantera más estable en el Córdoba en la campaña pasada. El de Aguadulce llegó a ser internacional sub-21 con los de la franja y es un elemento con proyección. A Pío no le tuvo demasiado en cuenta otro cordobés y excordobesista, el técnico Paco Jémez, que le ofreció minutos residuales y nunca ocultó su deseo de contar con un hombre de un perfil diferente. En medio de ese dilema estaba el Córdoba, como siempre en un fuego cruzado de intereses de terceros.

La azarosa trayectoria profesional de Federico Piovaccari (Gallarate, 1984) tiene en Córdoba uno de sus ejes. Será la tercera etapa en El Arcángel, donde la gente le cogió cariño por sus maneras viscerales. Las mismas que emplea en su día a día profesional y que a menudo le han causado desencuentros y fricciones con los entrenadores. Con Sandoval se las tuvo tiesas en algún momento, pero el de Humanes supo tocarle la fibra y extraer de él su versión más eficiente. Al final, se trata de eso. Hay futbolistas imperfectos que resultan ideales en determinadas circunstancias.

A finales de la temporada 17-18, el italiano estaba en su país, en el Ternana de la Serie C (Tercera División), y decidió enrolarse en el equipo de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) para encontrar un puesto de trabajo. El Córdoba, en su eterna reconstrucción de una zona clave, se acordó de él. Y el teléfono de Pío sonó. “Sé que las cosas pueden salir muchísimo mejor que hace dos temporadas y estoy también por eso. Aquí la gente me quería y no aporté lo que quería. Tengo una segunda oportunidad”, dijo Piovaccari a los periodistass en su regreso. En la temporada 16-17 marcó cuatro goles en Liga y otros tantos en Copa. En la 18-19 firmó 12 en la Liga y uno más en la Copa. En medio, unos meses en China y otros en su país, siempre como un jornalero del área.

La camiseta que más veces ha defendido Piovaccari en partidos oficiales es la del Córdoba. Van 70. Poco más hay que decir. Es probable que en El Arcángel ponga el broche a una carrera de trotamundos que le ha llevado por dieciséis equipos de tres continentes. Pío ha militado en su país en conjuntos como el Novara Calcio, Grosseto, Sampdoria, Brescia, Ternana, Vitoria, San Marino, Ravenna, Cittadella, Triestina o Treviso, a los que suma periplos internacionales por el Western Sidney Wanderers australiano, el Zhejiang Yiteng chino o el Steaua de Bucarest rumano, además del Eibar en la Primera División española. Pero, por encima de todos, un sitio especial: El Arcángel. Ahí sueñan con corear de nuevo su nombre.