No era el día para grandes viajes en masa de la afición del Córdoba. En un viernes laborable, con el equipo en puestos de descenso y tras cuatro salidas saldadas con cuatro derrotas sonrojantes en anteriores encuentros a domicilio, la mayoría de los aficionados del Córdoba vieron el encuentro de El Molinón desde su casa o en el bar. Y lo que vieron seguro que les hizo empatizar. Asistieron a un partido con un ambiente enrarecido, con la afición local, la conocida como Mareona, muy crispada por el juego y por los resultados de su equipo. Y ello se notó en el devenir del partido. No supo aprovecharlo el Córdoba, que bajó algo el pistón en la segunda parte. La afición sportinguista ha perdido ya la paciencia y no tiene ánimo ni ganas de ver una temporada mediocre de sus jugadores. Entiende que el Sporting debe estar siempre peleando por subir a Primera y así se lo hacen ver a su club.

Fue un partido feo en el césped y de los que no gusta disputar a los futbolistas. Cuesta entender a veces, cuando crees que lo dejas todo en el campo, que tus propios aficionados te silben. Pero es parte del fútbol y va dentro de la nómina que cobran al final de mes. En todo caso, el amante del fútbol asistió a un duelo entre dos clubs con un arranque por debajo de lo esperado, en viernes y muy lejos de las grandes citas que se han vivido en El Molinón a lo largo de la historia. Ni que decir tiene que en nada se pareció al último Córdoba-Sporting, cuando el equipo blanquiverde logró la permanencia. Aquellos eran tiempos de miel y estos, de pan y melón.