Su llegada al Córdoba se produjo porque hubo dudas en su carrera.

Tenía 27 años y había tenido en River una movida, porque perdimos un campeonato recientemente y llegaba una generación de gente joven que venía por detrás de nosotros. Hubo una huelga muy grande de futbolistas. Y en el 72 hubo una grieta entre esos jóvenes que jugaron en la huelga y los que la promovimos, porque queríamos los beneficios sociales justos, jubilación y tal, para los futbolistas. Se creó un ambiente raro y no quería dejar de jugar, pero sí cambiar de ambiente. La afición estaba bien conmigo y defendía los que habíamos ido a la huelga. Las cosas no iban bien con los compañeros y pedí que me transfirieran. En Argentina estaba el libro de pases cerrado y justo aparece la posibilidad del Córdoba. Campanero pidió una reunión conmigo, me pidió venir acá a Córdoba y le pedí pensármelo un día.

¿Qué fue lo que le decidió?

Era Segunda. A mí me seducía venir a Europa, a España. Lo consulté con gente que había jugado en Europa, en concreto con Sívori, que había jugado muchos años en la Juventus. Y otro señor, Enrique, que me dijo: «Excepto los tres o cuatro grandes, el resto pelean el descenso. Es mejor pelear por ascender, porque usted está acostumbrado a pelear campeonatos». Y me decidí a aceptar el ofrecimiento para venir a Córdoba.

En aquella época, la relación prensa y clubs tampoco era fácil, no es sólo de ahora.

Sí, sobre todo los más jóvenes. Yo estaba un poco curtido porque había allá muchos medios, porque jugaba en un club como River. Cuando vine acá estaba Diario CÓRDOBA y muchos jóvenes que recién empezaban a jugar. Un periodista, Leafar, cuando criticaba un poco, los más jóvenes me decían: «Mira lo que ha dicho Leafar». Y yo les decía que había que trabajar, que el fútbol es así, y trabajar, entrenarse bien, jugar bien y no tendría otra alternativa que hablar bien (ríe).

Con una hija periodista.

Hoy hay gran cantidad de chicas y sí, ella está trabajando en Radio Nacional siguiendo a River y otra, de Fox y Turner. Tiene trabajo en dos medios importantes del país y me da mucho orgullo. Trabajando de lo que estudió, que eso no es fácil.

¿Qué recuerda de la ciudad entonces y cómo la ve ahora?

Los primeros tres años estaba con mi madre, era soltero. Tenía novia pero no estaba casado. El cuarto año ya me vine casado y tanto mi madre como mi señora se adaptaron perfectamente acá. Las trataron muy bien. Siempre tuve los mejores recuerdos de Córdoba, amigos de la vida, no sólo de fútbol, que estamos siempre en contacto. Cuando llegué hoy -por ayer-, lo poco que vi fue una gran alegría, porque vi una Córdoba muy nueva, mucho mejor que cuando estuve. Más progresada. Me gustó mucho. Cuando estuve en un lugar que la pasé bien quiero que a ese lugar le vaya bien, que progrese.

Tendrá muchos momentos especiales vividos en el fútbol y, por supuesto, goles.

Por un lado, en River, algo que no me pasó nunca y es difícil que ocurra en fútbol. Me ocurrió jugando contra Argentinos Juniors, el equipo del que salió Maradona. Hice una jugada haciendo paredes, llegué hasta el arquero y lo gambeteé, entré a la red con pelota y todo. Y justo detrás del arco estaba la afición de Argentinos Juniors y me aplaudió. Algo inédito que te aplauda la afición rival un gol que has marcado a su equipo. Aunque los goles más festejados son los que se le hacen a Boca, que es el rival a vencer siempre. En Córdoba recuerdo dos goles: uno, el día que debuté contra el Deportivo de La Coruña, ganamos en el día de mi debut. Porque si marcas y pierdes no queda recuerdo lindo. Y después uno de los últimos o el último que jugué, que hice un gol de cabeza, al final, porque estábamos medio peligrando en la tabla y salvamos al club. También un gol al Tenerife, de falta acá, en El Arcángel, que fue muy festejado.

Pues es el rival del domingo, el de su homenaje, nos vendría bien.

Justo, sí (ríe).

Es la segunda visita a Córdoba en 40 años.

Sí. Vine en el 82, poco antes del Mundial. Fundamos un club entre varios ex jugadores, uno de ellos el tío de Santiago Solari, que entrenó acá al Tenerife, al que llamamos Renato Cesarini en recuerdo a un entrenador que tuvimos. Pues con ese club hicimos una gira por Europa y jugamos en Linares. Entonces, dos o tres amigos me vinieron a buscar a Linares, me trajeron acá dos o tres días y luego ya me fui a Alemania. Estuvimos en una casa, en un bar, y no salí de ahí. Y ya no vine más a Europa.

¿Un recuerdo general de su estancia en el Córdoba?

El respeto de la gente. Tuve la suerte de ser capitán del club, al igual que en River. Eso fue una alegría muy linda para mí, porque al ser de fuera costaba más llevar la cinta.