«Hay que mejorarlo, hay que mejorarlo para el año que viene», me comentaba un aficionado cerca del Martínez Valero, hora y media antes del partido y analizando la temporada de los de Pacheta. Le comentaba que había visto más de media docena de encuentros de los suyos y él tiró al final de la sabiduría popular: «Pobres, pero honrados», con guiño incluido.

Cantaban el himno en los prolegómenos los franjiverdes y después, respetando a los locales, cantaban el centenar largo de cordobesistas. Se les oía en ese primer minuto y fue el único momento en el que se les pudo escuchar algo. Algunos, se les podía apreciar a lo lejos, se levantaban y subían algunos peldaños de la grada, envueltos en la frustración, en la desesperación.

El Córdoba apenas sirvió 45 minutos y para hacer disfrutar a la hinchada rival. En ese primer tiempo los más de 9.000 que se dieron cita en el Martínez Valero disfrutaron con su equipo. Un Elche que compitió, que luchó, que corrió, pero ojo, que también jugó, generó ocasiones y mereció irse con el partido cerrado. Así, era lógico que ya en el descanso llegara un sentimiento de envidia, posiblemente nada sana, que se acrecentó al final, al escucharles: «Orgullosos de nuestros jugadores».