¿Y qué otra cosa puede hacer el Córdoba CF? ¿Tener paciencia? ¿Decir que hay que ir partido a partido, que cualquiera puede tener un mal día, que los campos son alfombras despeluchadas y que esto solo se arregla con trabajo, trabajo y trabajo? ¿Que no hay que exagerar pidiendo resultados? ¿Que el equipo hace méritos para más pero, por lo que sea -quizá porque el contrario no es tonto-, no consigue premio?

El Córdoba lleva tiempo metido en un bucle. No es de hoy, de ayer ni de antes de ayer. Lo de las urgencias es marca de la casa. Es lo que tiene no haber pisado más que diez meses la Primera División -y de aquella manera- en el último medio siglo. La gran diferencia es que ahora es vecino de una división destructiva, un virus para un histórico en horas bajas que se juega su supervivencia. Por eso Sabas le ha durado en el banquillo solo seis partidos. Menos que ningún otro entrenador que se haya estrenado en el club desde un inicio de temporada.

Sabas, el actor incómodo

Que le tocó un escenario complicado es algo que está fuera de toda duda. El Córdoba lo fichó para suplir a Raúl Agné después de dos pifias seguidas en casa -derrotas ante el Algeciras y Cartagena- que dinamitaron el plan el curso pasado. Luego llegó la pandemia, el parón de la Liga y la irritante experiencia de ver cómo otros salían de este cenagal y el Córdoba se quedaba dentro. Con otro sistema de juego, un laberinto lleno de trampas, y con más equipos. Y con Sabas.

Quienes lo ficharon -Valenzuela y Juanito- le renovaron el contrato para que pudiera estrenarse. Lo hizo después de la pretemporada más larga de su historia -con un par de stages incluidos-, una interesante batería de fichajes y una presión asumida, pero no digerida. Seis partidos ha durado. Dos victorias, dos empates, dos derrotas. Un equilibrio intolerable en un grupo en que comparte presencia con varios filiales y recién ascendidos de Tercera. Como el del Sevilla o el Linares, precisamente, que fueron los verdugos de un Sabas que nunca estuvo cómodo. Utilizó varios sistemas y a todos los futbolistas. Si hubiera hecho un «seis de seis» se hablaría de la versatilidad de su pizarra, pero el caso es que nadie ha tenido muy claro qué es lo que pretendía hacer. Sus futbolistas, desde luego, no se han enterado de nada. A la vista está.

Los diez últimos

Jugando sin público en El Arcángel y sin periodistas en la sala de prensa, Sabas -y el equipo también, obviamente- se evitó pitadas, pañoladas y preguntas incómodas. Empezó ganando, fue líder en la segunda jornada, se le vieron las costuras en cuando tuvo un rival competente y ha terminado desplomándose con una imagen de impotencia que asusta y agobia en una liga en la que todos los partidos valen.

La estabilidad sigue siendo una utopía en uno de los banquillos más calientes de España. Sus últimos diez inquilinos apenas tuvieron tiempo para calentar la silla. Entre Juan Merino (7 partidos, cero victorias) y Juan Sabas (6 partidos) han pasado por El Arcángel Jorge Romero (9), Sandoval (16 en el año del milagro de la salvación y 14 en la segunda etapa), Francisco (ni siquiera empezó: dimitió en pretemporada), Curro Torres (13), Rafa Navarro (14), Enrique Martín (9) y Agné (19). Exceptuando la primavera de 2018, todo lo demás ha sido pena y vergüenza.

Los cuarenta principales

El proyecto de Infinity está en su primera crisis deportiva. La ha atajado con la receta clásica: accionando el botón de la trituradora. Enrique Martín hablaba de llegar a los 40 principales -los miembros de LaLiga-, pero el Córdoba de hoy está por debajo de la mitad de una clasificación global de 102 clubs de Segunda B. Y ascienden cuatro. El líder ahora -lo ha ganado todo- es el Ibiza de Javi Lara, precisamente el último equipo que entrenó Alfaro.

El mejor es el que gana

«Es un entrenador que tácticamente ordena bien al grupo; con él encajamos muy pocos goles sin ser un equipo defensivo, porque hacíamos presión alta y éramos atrevidos para atacar». Así retrató Javi Lara en los micrófonos de la SER a Pablo Alfaro, que se encontrará con un objetivo claro. El mejor estilo de juego es el que le sirva para ganar. El cordobesismo se hartado de vendedores de humo y de especialistas en buscar excusas. ¿Qué arregla el Córdoba con el cambio? De momento, impedir que la avería pare el motor gripado. Ahora Alfaro tendrá que arrancarlo y correr más que los demás.