Un punto insuficiente. Es es lo que consiguió el Córdoba en el Camp Nou Municipal de Reus en un partido marcado por la previa más larga que se recuerda en muchos años. Horas antes del encuentro, el club rojinegro anunció a bombo y platillo que los jugadores habían cobrado, pero el choque ya se había convertido en una trampa para los blanquiverdes. Si sumaban los tres puntos era lo que había que hacer y no se esperaba menos ante un equipo desahuciado (que seis días antes apeó del liderato al Alcorcón en su casa), por lo que no valía ni el empate. Este Córdoba, aun mejorando en varios aspectos, no termina de dar el paso adelante en forma de resultado, el que le faltó durante el primer tercio de Liga y en lo que se afana Curro Torres.

El de Ahlen se equivocó principalmente en insistir en el mismo once, sobre todo en volver a colocar a Jaime Romero de falso nueve, porque al final, el manchego terminó siendo falso jugador. Cuatro goles encajados en cuatro partidos, con uno de ellos a cero, señalan que este Córdoba ha mejorado en ese aspecto. También en algunos detalles en el centro del campo. Pero en el partido ante los rojinegros volvieron a verse errores en los últimos metros, demasiados, y sobre todo ansiedad, muchísima ansiedad. O Torres logra que los suyos superen esa tensión o este equipo no irá más allá de donde está. Entre otras cosas, porque a este Córdoba, que estaba necesitado -y sigue estándolo- de ese resultado que termine por hacerle creer en lo que hace, le faltó también convicción, tanto en los últimos metros como en el último cuarto del encuentro. Y que a chavales como Sebas Moyano les cueste arriesgar en ese último pase puede tener un capotazo, pero veteranos con espolones... No. Y no vale como excusa la impaciencia de algunos. Esa impaciencia va a estar ahí siempre y hay que abstraerse de ella. Aunque pueda parecerlo, la competición no termina en diciembre -de hecho, hace nada estábamos hablando de pretemporada-, queda más de media Liga por disputarse y la permanencia, aun con todo lo que se ha hecho mal, que ha sido mucho, podría quedar a solo tres puntos. Cómo estará mentalmente este equipo que aunque le hagan un penalti clamoroso a uno de los suyos ni tan siquiera lo protesta. Y un equipo acobardado o sin fe está condenado al desastre. Por mucho que toque o por mucho que tenga aspectos tácticos reseñables o que se hayan mejorado. O se tira de carácter o aquí no hay nada que hacer. Después, si eso, hablamos de fútbol. Si no se tiene un mínimo de rebeldía ante la situación sufrida -y generada-, que nadie regrese tras las vacaciones. Lo digo por esos dos futbolistas que terminaron con las lágrimas saltadas dentro del vestuario: si se traduce en rabia, en garra y en actitud para revertir la situación, bien. Porque a este Córdoba, además de todo lo que le falta en lo que a fútbol se refiere, necesita también de un punto de carácter. Y sin éste, para qué hablar de fútbol.

Los primeros 25 minutos del Córdoba en Reus no fueron malos. Tuvo más balón, tuvo más llegada que el rival y hasta anotó, de nuevo, a balón parado. Aythami remató en el segundo palo un saque de esquina de Sebas Moyano. Pero los blanquiverdes lo estropearon en apenas diez minutos. Tras el gol, Javi Galán centró a nadie en el área de Edgar Badía y poco después llegaron las dudas. Un balón largo a Ricardo Vaz, que estrelló su disparo en el lateral de la red, dio paso al gol local, de manera parecida, aunque más centrado. Miguel Linares encontró la espalda de Aythami y logró el empate. Se igualó el marcador y también el partido. El Reus disputaba más y mejor los balones que los blanquiverdes y aunque no generó ocasiones claras, dejó claro que el partido ya era otro. El Córdoba fue creciendo en sus dudas, en sus nervios y en su falta de fe.

Como en el primer acto, el Córdoba salió mejor que su rival. Un disparo lejano de De las Cuevas, una ocasión dentro del área de Sebas Moyano, que fue barrido por Olmo cuando se disponía a disparar y ese penalti clarísimo sobre Jovanovic -que ni se protestó- inclinaban la balanza a favor de los visitantes, a los que les faltó continuidad e insistencia. Progresivamente, Curro Torres introdujo al mencionado Jovanovic, a Piovaccari y a Andrés Martín. Y posiblemente ahí tuvo el segundo error el técnico blanquiverde, sobre todo porque De las Cuevas no es el mismo de hace tres semanas. Perdió con los cambios capacidad en el centro del campo y el Reus tuvo una clara a cargo de Querol, con un mano a mano que sacó un Carlos Abad tan pleno de reflejos como de nervios durante todo el partido.

En los diez últimos minutos Piovaccari se plantaba solo ante Edgar Badía, pero Varón Aceitón cortó la jugada por un fuera de juego que no era. Luego, Javi Galán le puso un buen centro al borde del área pequeña, aunque solo le dio para meter el pie, quedándose el balón muerto, dándole la oportunidad al portero rojinegro de abortar un posible segundo remate. Finalmente, un nuevo centro del pacense supuso demasiado balón para un Jovanovic que llegó justito para rozar con la cabeza sin poder dirigir el testarazo para poner, al menos en problemas, a un Edgar Badía que apenas sufrió durante el encuentro.

El punto de ansiedad que al final logró el Córdoba en Reus ha de traducirlo de signo y para ello ha de superar no pocas circunstancias. No se lo van a poner fácil. De ahí que tenga que hallar ese punto de equilibrio, tanto en el campo como en lo mental, que le lleve a un resultado positivo, algo que no ha tenido continuidad en toda la temporada. Tendrá que ser ante un coco.